Con el derrocamiento del socialismo realmente existente se perdieron algunas virtudes que, bien o mal, él había desarrollado, como el sentido del internacionalismo, la importancia de la solidaridad y la prevalencia de lo social sobre lo individual. Con la ascensión al poder de Thatcher y de Reagan volvieron furiosamente los ideales liberales y la cultura capitalista con la exaltación del individuo, la supremacía de la propiedad privada, la democracia delegaticia y la libertad de los mercados. Como consecuencia cabe constatar que actualmente hay mucha menos solidaridad internacional y preocupación por los cambios en favor de los pobres del mundo que antes.
Este es el telón de fondo sobre el cual debe entenderse la frase «mi libertad termina donde empieza la tuya». Se trata de una comprensión individualista, del yo solo, separado de la sociedad. Es la libertad «del» otro y no «con» el otro. Para que tu libertad empiece, la mía tiene que acabar. O para que tu empieces a ser libre, yo tengo que dejar de serlo. Consecuentemente, si la libertad del otro no comienza, por la razón que sea, entonces mi libertad no tiene límites y puede expandirse como quiera porque no encuentra la libertad del otro. Ocupa todos los espacios e inaugura el imperio del egoísmo. La libertad «del» otro se transforma entonces en libertad «contra» el otro.
Esta comprensión subyace al concepto vigente de soberanía territorial de los estados nacionales. Hasta los límites de otro estado es absoluta. Más allá de esos límites es nula. La consecuencia es que ya no hay lugar para la solidaridad. No se promueve el diálogo ni la negociación, buscando convergencias y el bien común supranacional. En la crisis del gas entre Brasil y Bolivia hemos visto la vigencia de este concepto de libertad neoliberal y de soberanía individualista, exigida por muchos. Normalmente cuando este paradigma entra en funcionamiento se instaura un conflicto que se resuelve por la fuerza. La soberanía de uno aplasta a la soberanía del otro, sacrificando la libertad. Ha sido sabiduría del Presidente Lula no guiarse por esta lógica y no haber desistido —para irritación de la gente del viejo paradigma de la fuerza y del trueque—, de dialogar incansablemente y de buscar convergencias con el presidente Evo Morales. Lo que dio, efectivamente, buenos resultados.
Por eso, la frase correcta debe ser ésta: mi libertad solamente comienza cuando empieza también la tuya. Es la perenne lección dejada por Paulo Freire: jamás seremos libres solos; sólo seremos libres juntos. Mi libertad crece en la medida en que crece también la tuya y gestamos conjuntamente una sociedad de ciudadanos libres y solidarios.
Por detrás de esta comprensión de libertad solidaria se encuentra el principio humanista: «haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti». Nadie es una isla. Somos seres de convivencia. Todos somos puentes que se unen unos a otros. Por eso nadie es sin los otros y libre «de los» otros. Todos estamos llamados a ser libres «para» los otros y «con» los otros. Como dejó escrito el Che Guevara en su Diario: «solamente seré verdaderamente libre cuando el último hombre haya conquistado también su libertad».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario