viernes, 11 de noviembre de 2011

FRANCISCO MIRÓ QUESADA: "RACIONALIDAD E IRRACIONALIDAD"

FILOSOFEMAS


Francisco Miró Quesada Cantuarias
El Comercio Online, 11 de noviembre de 2011


La presentación del presidente Ollanta Humala, el domingo pasado ante representantes de diversas cadenas de televisión, fue, sin duda, racional. Ante la multitud de preguntas que le hicieron los periodistas televisivos, sus respuestas fueron claras, precisas y, en ningún momento, se contradijo. Lo que expresó causó satisfacción entre numerosos grupos que siguieron atentamente sus declaraciones, como los representantes de la Confiep y la Cámara de Comercio de Lima. El presidente manifestó claramente que respetará los contratos establecidos y que alentará la inversión para que la economía siga creciendo.
En cambio, suponiendo que el segundo vicepresidente de la República, Omar Chehade, fuera culpable del tráfico de influencias del cual se lo acusa, procedería de manera irracional si lo sigue negando, pues estaría yendo en contra de la evidencia. Pero si la investigación demuestra que no es culpable, habrá estado procediendo racionalmente.
Hemos visto que quien se contradice procede de manera irracional. Lo que significa que el principio de contradicción es un principio constitutivo de la racionalidad. Pero hay además otro principio que integra la razón humana: el principio de no arbitrariedad. ¿Cuál es el significado de este principio? Supongamos que A procede arbitrariamente respecto de B. Esto significa que A obliga a B a actuar de una manera que B no quiere, o sea, impone por la fuerza una conducta a otra persona. Pero la arbitrariedad no se limita a una relación entre dos personas. Puede existir respecto de varias personas. Es decir que una sola persona impone su voluntad a muchas. Esta es la característica del tirano. La historia está plagada de tiranías.
Pero antes de entrar en este tema vale la pena hacer referencia a las monarquías absolutas. En este tipo de monarquías prima la arbitrariedad, porque la voluntad del rey impone decisiones, sin que el pueblo tenga la posibilidad de evitarlas. Las monarquías absolutas han sido, por eso, irracionales. La humanidad ha vivido durante siglos de modo irracional. Es cierto que ha habido reyes bondadosos que se han hecho amar por el pueblo, como el rey francés Enrique IV, que pensaba en la felicidad de su pueblo. El pueblo lo amaba, pero no podía tomar decisiones de gobierno.
El ejercicio de la racionalidad en la toma de decisiones es, por eso, relativamente nuevo. Puede decirse que comienza con la Revolución Francesa. Aunque este movimiento fue sangriento, fue desnaturalizado por un tirano como Robespierre, que hacía guillotinar a sus antiguos camaradas de la revolución. Por ello procedía irracionalmente. Pero no solo él. El pueblo había creado comités de defensa de la revolución y decidían ejecutar a todos los nobles que podían. La Revolución Francesa no fue racional, pero hizo posible después de algunos años el nacimiento de la democracia, que terminaría eliminando a las monarquías absolutas. La democracia consiste, en lo esencial, en un sistema en el que se ha eliminado la arbitrariedad. Hay un gobernante, el presidente la República, que no puede hacer lo que quiera, pues sus decisiones son controladas por el Parlamento y, además, por el Poder Judicial, que es autónomo y que actúa con independencia. Hoy se da el caso de que una persona particular demande al Estado porque este ha cometido una arbitrariedad y gane el juicio, algo verdaderamente inimaginable para quienes vivían bajo el régimen de la monarquía absoluta.
Pero, desgraciadamente, en la época del triunfo de la democracia aún hay tiranos, cuya voluntad es gobernar arbitrariamente. Mubarak y Gadafi son ejemplos de hombres que quisieron imponer sus decisiones. Felizmente, estas dictaduras empiezan a pertenecer al pasado.

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