FILOSOFEMAS
El 8 de marzo de 1975 la Organización de las Naciones Unidas instituyó el Día Internacional de la Mujer para conmemorar la lucha por mejorar su vida.
Fue a raíz de un movimiento en un sector de la ciudad de Nueva York, en que las mujeres que trabajaban en pésimas condiciones, y eran explotadas sin piedad, salieron a las calles, declarándose en huelga, acompañadas por otras, como las sufragistas (quienes pedían que las mujeres tuvieran derecho de voto) y un grupo de socialistas.
Este día, de honda significación histórica, fue la culminación de siglos, en que la mujer estuvo sometida al poder del hombre.
Como en casi todas las especies de mamíferos, el macho es más poderoso que la hembra y, en consecuencia, la somete a su dominio. La especie humana no es la excepción.
En algunas civilizaciones, como la musulmana, existía la poligamia. Esta forma de imposición masculina, incluso existió en Estados Unidos, a mediados del siglo XIX, en una secta, fundada por Joseph Smith.
Los seguidores del fundador se llamaban mormones, quienes sin desmayo y, en medio de tremendas dificultades, llegaron, por fin, a un lago cuyas aguas eran ligeramente saladas.
Allí fundaron la primera ciudad, que se llamó “Salt Lake City” (Ciudad del Lago Salado). El gobierno estadounidense tuvo que actuar con mucha energía para que terminara la poligamia entre sus seguidores.
La historia mundial es complicadísima. Pero uno de sus aspectos fundamentales es la larga lucha de las mujeres reclamando el fin de la dependencia, a trabajar sin ningún tipo de discriminación, su derecho al voto.
No es sorprendente que los primeros defensores de la independencia de las mujeres fueran hombres. Pero después se han distinguido muchas mujeres, entre ellas, la francesa George Sand, que se vestía como hombre, y adoptó un nombre masculino, para proclamar su rebeldía.
Casi todos, los que abogaron por la liberación de la mujer fueron filósofos.
Se podría llamar a Platón semifeminista, porque aunque dice que los hombres son intelectualmente superiores a las mujeres, afirma a continuación que las mujeres pueden, sin embargo, colaborar con los guerreros y ayudarlos en la contienda para que tengan más valor en el combate. Platón fue un genio extraordinario, cuyo pensamiento sigue influyendo, hasta hoy, en nuestra cultura occidental.
El precursor venezolano Francisco de Miranda escribió una carta al Congreso de su país pidiéndole que considere el voto de la mujer y se le reconozca “una curul”.
Un feminista auténtico fue el filósofo inglés John Stuart Mill. En un pequeño libro, titulado “La sumisión de las mujeres”, aboga, de manera apasionada, por la libertad de la mujer.
El segundo fue Bertrand Russell, gran filósofo y rebelde, matemático y polígrafo, que escribió sobre los más diversos temas.
El tercero ha sido Jean Paul Sartre, uno de los filósofos más geniales de comienzos del siglo XX.
Una de las principales razones de la sumisión de las mujeres era la dependencia económica. Pero llega un momento, en algunos países europeos, como Francia e Inglaterra y, sobre todo, en Estados Unidos, en que las mujeres comienzan a trabajar y no dependen del hombre para su sustento. A partir de este momento las mujeres se tornan cada vez más libres.
Hoy día en muchos países del mundo, desgraciadamente, en los sectores más pobres, las mujeres siguen sometidas a sus maridos o a sus convivientes. Pero de manera general puede afirmarse que en toda Europa, en Estados Unidos y en América Latina, las mujeres gozan de plena libertad.
Por supuesto, los machistas no faltan y sostienen que las mujeres no deben ser libres, pues son seres inferiores a los hombres.
Pero nadie les hace caso. Y la mujer, como símbolo de la sumisión y de su emergencia hacia la libertad, se perfila como una de las protagonistas fundamentales de la historia.