viernes, 18 de marzo de 2011

FRANCISCO MIRÓ QUESADA: "LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES Y LAS ENCUESTAS DE OPINIÓN"

FILOSOFEMAS


Francisco Miró Quesada Cantuarias
El Comercio Online, 18 de marzo de 2011

Supongamos que en un país cualquiera, que podría ser el nuestro, no existiesen sondeos de opinión. Nadie sabría quién pudiera ser el ganador en una contienda política por la Presidencia de la República. Claro que los sondeos de opinión no son absolutos. A veces, en pocos días, el candidato que encabezaba las encuestas es sobrepasado por otro que figuraba en tercer o cuarto lugar. Pero esto sucede rara vez. Casi siempre, quien ocupaba el primer lugar en la intención de voto, siete días antes de las elecciones, puede ser el ganador. Digo siete días, porque, según la ley, durante dicho lapso está prohibido difundir encuestas o proyecciones sobre las elecciones y cualquier tipo de propaganda política.

Pero tratemos de seguir la hipótesis de que en nuestro país no existiesen encuestadoras sobre la posición de cada candidato presidencial. La situación no sería tan grave, como podría suponerse. Supongamos que hay tres candidatos, A, B y C. Dos amigos conversan y uno de ellos pregunta: ¿Por quién vas a votar? Uno de ellos dice: Por A y el otro le responde: No seas loco, el que va a ganar es B, ya lo verás. En una numerosa reunión social a la que asisten ambos amigos, alguien pregunta: Vamos a ver quién creen ustedes que ganará las elecciones. Y por abrumadora mayoría, todos dicen: El que va a ganar es C. Los dos amigos se sienten desconcertados. Pero aún no se convencen. Terminada la reunión, uno de ellos afirma: Lo que acabamos de escuchar no significa nada. Es muy posible que casi la totalidad de los asistentes creyese que C va a ganar. Pero estoy seguro de que, en otras reuniones, la mayoría no será favorable a C. Sin embargo, en otras reuniones o en conversaciones C sigue siendo el favorito. Ambos amigos comprenden que sus candidatos no van a ganar. Llega el día de la votación y, efectivamente, gana C.

En otras ocasiones, la situación no es tan fácil. Las opiniones están divididas y en la calle, en las reuniones sociales y en la prensa escrita unos están convencidos de que el ganador será A y más o menos el mismo número de asistentes está seguro de que el ganador será B. Y lo mismo sucede con C. Entonces, es imposible llegar a la conclusión de que hay un ganador. Cada cual votará por quien le parezca el mejor.

Los sondeos de opinión se llevaron a cabo, por primera vez en Inglaterra, en la década de 1930. En Estados Unidos se adoptaron rápidamente y, luego, en los países europeos. En América Latina el proceso fue más lento. En el Perú, la primera encuesta de opinión pública de carácter preelectoral fue para la Asamblea Constituyente de 1978 y la primera encuesta electoral presidencial fue en 1980. Las reacciones de los candidatos presidenciales frente al resultado de las encuestas son muy diversas. Algunos no le dan importancia y dicen que la verdadera encuesta de opinión será el día de las elecciones y que, naturalmente, el ganador será él. Otros, más quisquillosos, sostienen que las encuestas de opinión son fraguadas, que se venden al mejor postor. Los más comedidos reaccionan de manera más racional y afirman que van a mejorar su estrategia para superar sus puntos débiles.

Juzgando de forma racional las encuestas de opinión, me parece que son importantes. Lo son porque permiten al ciudadano orientarse desde el punto de vista de la elección de un candidato. Pero tienen el siguiente peligro: quien encabeza las encuestas puede parecer un buen candidato, debido a su gran capacidad histriónica pero, desgraciadamente, no es lo que representa. Ahora bien, una gran mayoría ciudadana votará por quien encabeza las encuestas. De modo que votará por él.

Estoy hablando, desde luego hipotéticamente. Pero en un acto cívico tan importante como es la elección de un presidente de la República hay que opinar serenamente y analizar en lo posible los diversos significados que tiene una elección. Esperemos que el ganador sea el mejor de todos y que contribuya a resolver de la mejor manera los graves problemas de la nación: seguridad ciudadana, exclusión, y gobernabilidad. Espero que estas metas se puedan cumplir, si no por completo, por lo menos que superen a las que hemos alcanzado en la actualidad.

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