A fin de explorar las perspectivas para el socialismo en el siglo XXI, es esencial recuperar algunos de los postulados básicos, en los que se informa sobre el proyecto socialista. Además, es importante recuperar algunos de los avances básicos logrados durante los regímenes socialistas del siglo XXI así como reflexionar de manera crítica sobre la distorsión de sus políticas y políticas fallidas.
En el sentido más amplio es importante recordar que el socialismo supone una mejores condiciones materiales que bajo el capitalismo. Mayor calidad de vida, libertades políticas más amplias y seguridad interna y externa. Respeto, dignidad y solidaridad solo pueden ser entendidas como acompañantes de estos fines materiales, no como sustitutos. El respeto y la dignidad no pueden ser objetivos a largo plazo, privatización a gran escala, sacrificio y retraso en el cumplimiento de mejoras materiales. Los gobiernos que alegan ser socialistas y que tienen la idea de sacrificar los estándares de vida material en nombre de los abstractos principios de la justicia se parecen más a una orden religiosa de “socialismo espiritual” que a un moderno y dinámico gobierno socialista.
Las transformaciones sociales y el reemplazamiento de los propietarios capitalistas por el estado socialista solo se pueden justificar si el nuevo orden puede mejorar la eficiencia y condiciones laborales y puede responder ante los consumidores de la empresa socialista. Por ejemplo, en algunos sistemas socialistas, bajo el pretexto de una “ofensiva revolucionaria”, el estado intervino y eliminó a miles de pequeñas y medianas empresas de venta al por menor alegando que estaban “eliminando el capitalismo”. El resultado fue desastroso. Se cerraron tiendas, el estado fue incapaz de organizar un número alto de negocios pequeños y la mayoría de los trabajadores se vieron desprovistos de los servicios vitales esenciales.
Los estados socialistas del siglo XX crearon con éxito sistemas de salud, educación y seguridad eficientes al servicio de la mayoría de los trabajadores. La mayoría de los estados socialistas eliminó el control extranjero y la explotación de recursos naturales y en algunos casos se desarrollaron diversas economías industriales. En general el nivel de vida aumentó, el crimen descendió, los empleos, pensiones y bienestar fueron asegurados. Hacia el siglo XX el socialismo se dividió por profundas contradicciones que dieron lugar a serias crisis en el sistema. El centralismo burocrático denegó la libertad en los puestos de trabajo y restringió el debate público y el gobierno popular. El exceso de preocupación con la seguridad por parte de las autoridades públicas bloqueó la innovación, el espíritu empresarial y las iniciativas científicas y populares generando un estancamiento tecnológico y la pasividad de la masa. Los privilegios materiales de la élite de los cargos políticos dieron lugar a profundas desigualdades que socavaron en la conciencia popular sobre los principios socialistas e hicieron crecer los valores capitalistas.
Las desigualdades sociales favorecen al capitalismo; el socialismo profundiza hacia una mayor igualdad. Tanto capitalismo como socialismo dependen de que sus trabajadores sean eficientes, productivos e innovadores, para así aumentar los beneficios y sostener el crecimiento del estado de bienestar.
Lecciones del siglo XX para los socialistas del siglo XXI
Los socialistas del siglo XXI pueden aprender de los éxitos y fracasos del socialismo del siglo XX.
Primero: las políticas deben estar dirigidas hacia la mejora de la vida y las condiciones de trabajo de la gente. Esto se traduce en inversiones masivas en viviendas de calidad bien equipadas, transporte público y conciencia medioambiental y de infraestructura. La solidaridad y las misiones con otros países no deberían tener prioridad a gran escala: las inversiones a largo plazo en la expansión y profundización de mejoras materiales para la principal clase interna es la base del régimen socialista. La solidaridad empieza en el propio hogar.
Segundo: la política debería desarrollarse hacia la diversificación económica haciendo especial hincapié en la industrialización de materias primas, invirtiendo más en industrias que generen productos de calidad para el consumo masivo (ropa, calzado, etc.) y en agricultura, para lograr autosuficiencia de alimentos esenciales. Bajo ninguna condición la economía socialista debería confiarse en un solo producto o fuente de ingresos (azúcar, turismo, petróleo, níquel) el cual está sujeto a una gran variabilidad.
Un gobierno socialista debería financiar la educación, los ingresos y las políticas de infraestructura, que son compatibles con sus altas prioridades económicas, sociales y culturales. Esto implica la educación de agricultores y trabajadores del campo, trabajadores de la construcción cualificados (fontaneros, electricistas, pintores) e ingenieros civiles, transportistas y peritos urbanos y rurales de vivienda pública para descentralizar las megaciudades y sustituir el transporte privado por transporte público. Deberían nombrar un cargo elegido por el pueblo que se encargase del medio ambiente y consejos de consumidores para supervisar la calidad del aire, agua, niveles de ruido y la disponibilidad, calidad y precio de los alimentos.
Frecuentemente los gobiernos socialistas del siglo XX alienaron a sus trabajadores desviando grandes cantidades de ayuda a países extranjeros (¡muchos de estos ni si quiera eran progresistas!). Como resultado, las necesidades locales fueron descuidadas en nombre de la “solidaridad internacional”. La primera prioridad del socialismo del siglo XXI es la “solidaridad en casa”. Los socialistas del siglo XX hicieron hincapié en el bienestar desde arriba –gobierno dador y masas receptoras- desalentando la acción local y fomentando la pasividad. El socialismo del siglo XXI debe promover acciones de clase autónoma para contrarrestar a los privilegiados ministros burgueses “socialistas” que usan su puesto para acumular y proteger su riqueza privada a través del poder público. Las organizaciones populares autónomas pueden denunciar la hipocresía de los ministros ricos que atacan a los trabajadores industriales bien pagados como “privilegiados” mientras se desplazan en su Mercedes conducido por chofer y disfrutan de lujosos apartamentos, segundas y terceras “casas de vacaciones” y que mandan a sus hijos a exclusivos colegios privados del extranjero.
El socialismo busca la igualdad social sobre todo: igualdad de ingresos, escuelas y hospitales; igualdad entre clases y dentro de clases. Sin igualdad social, todo lo dicho sobre diversidad, dignidad y respecto no tiene sentido. Los capitalistas también apoyan la diversidad, siempre y cuando no afecte a sus beneficios y riquezas. Los socialistas apoyan que los ingresos y propiedades se distribuyan equitativamente entre todos los trabajadores, blancos y negros, desde granjeros indios hasta trabajadores urbanos, hombres y mujeres, viejos y jóvenes. No hay dignidad si se es pobre y se está siendo explotado; la dignidad se consigue luchando y alcanzando los objetivos socialistas de igualdad social y el aumento de los estándares de vida.
Traducción: José Antonio Bautista García
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