Cuando termina un año y comienza uno nuevo se suele celebrar con alegría. Así es desde hace mucho tiempo y no solo en el Perú sino en países de Latinoamérica, América Central y Norteamérica, incluyendo Estados Unidos y Canadá. Pero también en Europa y en muchos otros países del mundo. ¿Por qué la alegría? Porque la esperanza es lo último que se pierde. Si el año transcurrido ha sido malo en un país, sus habitantes, salvo excepciones, esperarán que el que viene sea mejor. Y si el que acaba ha sido bueno, la gran mayoría celebrará jubilosa el nuevo, esperando que sea aun mejor.
En el Perú la celebración no se limita a organizar fiestas en restaurantes y hogares, sino que es extremadamente bulliciosa, pues se usa en forma excesiva material pirotécnico. Se revientan cohetes, cohetazos y cohetones sin descanso. Este fenómeno ocurre en la recepción de la Pascua y aumenta en la celebración del Año Nuevo, hasta romper los oídos de una persona casi sorda.
La costumbre de utilizar material pirotécnico es peligrosa, pues la fuerza explosiva de cohetes y cohetones puede producir incendios si caen en un lugar donde haya material inflamable. Más peligroso aun es utilizar cohetes voladores, cuya dirección puede variar debido a diversos factores, como el viento o porque la trayectoria no es siempre recta.
Es asombrosa la cantidad de material pirotécnico que se utiliza, pues las explosiones son incesantes: no hay lapso entre una y otra. Es como si todas fueran a la vez. Muchas personas nerviosas, o con oídos demasiado sensibles, sufren una verdadera tortura.
Hay dos aspectos a considerar ante esta situación. En primer lugar, quiénes lanzan los cohetes y, luego, cómo se consiguen tantos. Respecto del primero, quienes los lanzan son chicos y grandes, porque tanto los unos como los otros lo consideran divertido. Claro que no todos pero desgraciadamente muchos. En cuanto a lo segundo, la situación es como sigue: la ley autoriza a ciertos establecimientos serios a vender material pirotécnico, pero es un hecho comprobado que se vende en otros lugares no autorizados. Y este hecho muestra el poco respeto que se tiene por la ley.
Esta falta de respeto no se limita al material pirotécnico, sino que es generalizada, debido a la falta de educación, que es uno de los males que sufre el país, y a la tendencia a la imitación que hay en todas las civilizaciones, pues el ser humano es un ente gregario.
Pero no toda la celebración del Año Nuevo consiste en reventar cohetes y cohetones. Hay reuniones, como hemos dicho, en restaurantes y hogares, en que los asistentes se sienten felices, porque comparten un momento de alegría y de amor. De simpatía entre los amigos asistentes y de amor entre las parejas, tanto matrimoniales como de enamorados. Claro, también hay excepciones, pues algunos de los asistentes pueden no simpatizar y hasta detestarse. Mas, por lo general, reina lo que acabo de decir.
Sin embargo, las esperanzas que suscita la llegada del Año Nuevo no se limitan a lo que acabo de decir. También hay esperanzas relativas a la política y a la situación mundial. En nuestro país se anhela que el presidente que sea elegido en abril del 2011 haga un gran gobierno y contribuya al progreso del país. Que la pobreza disminuya de manera ostensible y que los problemas sociales puedan resolverse de modo efectivo y duradero. Pero también pensamos en el mundo, y esperamos que en el 2011 se puedan resolver problemas como la guerra de Afganistán, el enfrentamiento entre Israel y Palestina, la crisis económica mundial y que se hagan verdaderos progresos en la lucha desesperada contra el calentamiento global.
El mundo no anda bien. Ojalá que este nuevo año mejore. Y para terminar, no me queda sino desear a todos mis compatriotas un feliz y próspero Año Nuevo.
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