Zenón Depaz Toledo
La Primera Online, 14 de abril de 2009
Aunque los operadores del proceso a Fujimori han tenido cuidado de presentarlo como estrictamente judicial, él mismo se encargó de evidenciar su inocultable y decisivo trasfondo político, con un alegato final que apelaba al sentido común autoritario que su gobierno alimentó y exacerbó entre la población, y que sabe ha sido sistemáticamente retroalimentado por quienes, detentando posiciones hegemónicas en la economía, los medios de información y la política peruana, se han situado por completo en el sendero abierto por él en temas clave para la definición de nuestro destino como país, como son el modelo económico a seguir, las características y el papel del Estado en la dinámica social y, articulando todo ello, la manera de entender la pacificación, temas en los que aún impera un fujimorismo con o sin Fujimori.
Son herederos de Fujimori quienes ponderan falazmente las bondades de un modelo económico supuestamente libre, que nunca fue tal, pues se sostiene en una sistemática –y frecuentemente brutal- imposición desde el poder político detentado por una minoría que incrementó con ello sus privilegios, acentuando la distancia que los separa de la mayoría de la población, con cuyo destino jamás se sintieron solidarios. Los que demonizan toda alternativa política caracterizándola, también falazmente, como contraria al mercado y la iniciativa privada, que quieren sin control ni responsabilidad social alguna, para su exclusivo provecho. Son los corruptos que dedican loas y discursos floridos al remate total de los bienes públicos, presentándolo como de interés general. Los que han propiciado que el Estado abandonara sus obligaciones sociales básicas en salud, educación y seguridad, para privatizarlas también a su favor. Los que quieren expropiar la memoria, atribuyéndose, otra vez falazmente, la derrota de SL que correspondió fundamentalmente al pueblo organizado, haciendo pasar como pacificación la barbarie con que contribuyeron al incremento de la violencia, que sólo se ha metamorfoseado y es cada vez mayor en el Perú. Por ello, el proceso de fondo, de mayor alcance histórico, es ciertamente político y tiene que ver con la toma de posición crítica frente a esos temas capitales en la configuración de nuestra memoria e imaginario colectivo, así como frente a los discursos que en relación a ellos proveen una lectura del país y su destino.
Son herederos de Fujimori quienes ponderan falazmente las bondades de un modelo económico supuestamente libre, que nunca fue tal, pues se sostiene en una sistemática –y frecuentemente brutal- imposición desde el poder político detentado por una minoría que incrementó con ello sus privilegios, acentuando la distancia que los separa de la mayoría de la población, con cuyo destino jamás se sintieron solidarios. Los que demonizan toda alternativa política caracterizándola, también falazmente, como contraria al mercado y la iniciativa privada, que quieren sin control ni responsabilidad social alguna, para su exclusivo provecho. Son los corruptos que dedican loas y discursos floridos al remate total de los bienes públicos, presentándolo como de interés general. Los que han propiciado que el Estado abandonara sus obligaciones sociales básicas en salud, educación y seguridad, para privatizarlas también a su favor. Los que quieren expropiar la memoria, atribuyéndose, otra vez falazmente, la derrota de SL que correspondió fundamentalmente al pueblo organizado, haciendo pasar como pacificación la barbarie con que contribuyeron al incremento de la violencia, que sólo se ha metamorfoseado y es cada vez mayor en el Perú. Por ello, el proceso de fondo, de mayor alcance histórico, es ciertamente político y tiene que ver con la toma de posición crítica frente a esos temas capitales en la configuración de nuestra memoria e imaginario colectivo, así como frente a los discursos que en relación a ellos proveen una lectura del país y su destino.
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