El terremoto de Haití, que ha sumido a la población en la muerte, la miseria y la desesperación, y el último libro de Al Gore, en el que hace un balance de los esfuerzos para tratar de detener el calentamiento global, me han impactado fuertemente. Con lo sucedido en Haití he tenido el consuelo de comprobar que los países que proceden de manera egoísta, en el caso de los grandes desastres, se comportan generosamente. Diversos países, incluyendo el nuestro, han llevado a la nación afectada gran cantidad de víveres, tiendas de campaña, medicinas y personal especializado en enfrentar los daños causados por la furia de la naturaleza.
Estos hechos me inducen a meditar sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza. El hombre encuentra en ella todo lo que necesita para vivir. Nuestro entorno es pródigo con nosotros, sin embargo, lo hemos depredado. Hemos procedido de manera irresponsable sin pensar en las consecuencias. El descubrimiento de que el petróleo podía generar una energía fue uno de los orígenes del efecto invernadero. Gracias al oro negro, la industria automovilística, en pocos años, invadió el mundo. La gasolina utilizada por los autos, es una de las causas directas del calentamiento global. Pero hay otra causa del calentamiento: el uso del carbón.
Se están haciendo esfuerzos para evitar que la temperatura media terrestre siga aumentado. Se están creando autos movidos por la electricidad o por gas licuado. Pero el proceso avanza a paso de tortuga.
Lo que está sucediendo me induce a emplear una interrogante. ¿Es realmente buena la naturaleza? De un lado, claro que lo es. Pero, de otro lado, es terrible. Basta pensar en lo que acaba de suceder en Haití y en muchas partes del mundo. Los terremotos y los ciclones ocasionan miles de muertes, las lluvias que aumentan el caudal de los ríos y producen inundaciones que destruyen todo a su paso (como acaba de suceder en parte del Cusco), los tsunamis, las erupciones volcánicas, demuestran que la naturaleza no se preocupa del bienestar humano. Es totalmente indiferente y ciega.
El hombre está preocupado por el calentamiento global. Sabe que tiene la culpa y trata de detenerlo. Ve que las especies de animales que pueblan el planeta están comenzando a extinguirse. Y ante el gravísimo peligro de que termine con la especie humana trata por los más diversos medios de detenerlo. Pero los resultados obtenidos son prácticamente nulos. Hay países que siguen utilizando el petróleo y el carbón en grandes cantidades. La deforestación es cada vez mayor, lo que constituye una causa más del calentamiento global pues los árboles absorben el dióxido de carbono causa principal del efecto invernadero.
Ante los efectos del calentamiento global, que hasta el momento parecen insuperables, no puedo dejar de hacerme una pregunta: ¿cuál es el destino del ser humano?
De seguir el ritmo actual, el calentamiento global terminará con la vida humana. ¿Dentro de cuántos años? No se sabe a ciencia cierta. Solo un milagro podría salvarnos. Esperemos que el milagro se produzca.
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