viernes, 10 de octubre de 2008

RAFO LEÓN: "DE IMPLANTES E HILOS RUSOS"


MAL DE MUCHOS

De implantes e hilos rusos

Rafo León

A veces voy a inauguraciones de arte y cosas así, o a matrimonios para que la parentela no se resienta. Cada vez me impresiona más en esos escenarios lo birmanos que nos hemos vuelto, o mejor, lo sudesteasiáticos en que se han transformado limeñas y limeños, gracias a los avances de las ciencias médicas de la estética, léase estiradas de cara, prótesis varias e inyecciones para eliminar del rostro las huellas de lo inevitable. Y menciono lo del Asia porque gracias a los jalones de pellejo, todos los limeños y sobre todo, las limeñas, adquieren una fisonomía achinada, de pómulo elevado y boca golosa, que a uno lo remite de inmediato a las pulposas adolescentes que he visto paseando por los mercados callejeros de Pingyao, solo que con cuarenta años más encima y las hijas estudiando en el Sansil. Me dicen que el tema da para tratados de varios tomos. Que hay lifting mini para muchachitas desde los 15 años, que se comienzan a estirar de a pocos para que el cambio no sea tan brusco y puedan llegar a los setenta como si la Venus de Botticelli se hubiera bajado del cuadro para ir a la peluquería. Parece que hay una cosa llamada hilos rusos, que como el nombre indica, son unos hilos hechos en Rusia para que el jalón no tenga ningún bajón repentino que le deje a la usuaria el cuello como el moco del pavo. Los hilos se introducen debajo de la piel y templan la epidermis como si fuera una carpa de circo armada con torniquete. Hay, desde luego, los célebres bótox, que sin necesidad de cirugía alguna, llenan el espacio entre arruga y hueso de modo que luego de haber tenido el ceño como sobaco de elefante, el limeño (a) queda hecho una manzana transgénica, sin la menor imperfección ni el menos perceptible surco.

Los implantes son otra historia, y revisten un carácter verdaderamente sociológico. Es que no es lo mismo que Daysi Ontaneda o Paco Ferrer se pongan 'derrière' con aceite de avión, a que Maricucha se aumente la colita con costales de silicona. En el primer caso la cosa aparece en la portada de "Ajá" con detalles minuciosos y declaraciones de la implantada (o); mientras que lo de Maricucha no lo sabe nadie, y si lo saben, se guarda el secreto como quien cierra una tumba, porque en estos temas ningún limeño (a) de hoy tiene licencia para escupir al cielo: todo el mundo se hace su arreglado con esas bolsas de químico que según dicen, dentro de un avión volando si hay despresurización repentina, las tetas y el poto pueden empezar a inflarse como globos aerostáticos hasta reventar, como dicen que le pasó a Carole Lombard, pero claro, hace más de cincuenta años cuando lo que se metían era agua destilada con levadura.

¿Y qué decir del famoso clip para reducir el estómago? Yo no sabía nada de eso hasta que una amiga me contó que su amiga, que se ha puesto la banda, como la llaman, iba a tomarse unas vacaciones en París y segura de no poder resistir las tentaciones de la célebre culinaria francesa, antes de partir su tarea era ir donde su médico para que le afloje el aparato y pueda clavarse todos los magrets de pato en salsa de arándanos que le puedan entrar. Ya de vuelta en Lima se haría ajustar la banda otra vez, hasta que su estómago quede como un perfecto reloj de arena. El principio de esta intervención es muy simple: en la mitad del estómago se coloca un anillo plástico relleno de líquido, que divide al órgano en dos partes, igualito a una clepsidra. De esta manera, los alimentos llenan rápidamente el primer compartimento, produciéndole a la limeña (o) una inmediata sensación de saciedad ("ay, ya no me entra ni un alfiler", como si los alfileres se comieran). Bueno, pero si se quieren ir a París a embutirse como cosacos, el médico simplemente reduce líquido en la banda para que tense menos, y "a comerrrr", como decía Miguelito Barraza, que la vida es una sola.

Este asunto del dominio del cuerpo contra las consecuencias de los años, del desorden alimenticio y de la falta de voluntad, no debe ser mirado con moralismo porque nada de malo tiene manipular la propia vida según el espejo de la mirada ajena. Pero no puedo dejar de reseñar que limeños y limeñas, gracias a implantes, hilos rusos, minilifting y bótox, están formando una nueva etnia dentro de la capital, la de los mongólicos limeños (as), que se achinan, y quedan como limeños recién nacidos en Manila, tersos hasta la muerte, que los agarrará preciosos a la hora de meterse al inevitable cajón.

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