A LOS LECTORES DE IF
¡CONMEMOREMOS EL BICENTENARIO DEL
NACIMIENTO DEL GRAN CHARLES DARWIN,
Y VALOREMOS SU LEGADO CIENTÍFICO!
Hace 200 años, nació Charles Robert Darwin, el gran naturalista inglés. Queremos aquí manifestar nuestro respeto a su imagen de hombre de ciencia, y también nuestro compromiso profundo por estudiar sus aportes para aplicarlos en nuestras investigaciones y, sobre todo, desarrollarlos en nuestra práctica social.
En Darwin y su teoría de la evolución encontramos luces y sombras. Resaltamos, por supuesto, sus luces en provecho de los intereses de las clases populares. Su teoría (integrada en el desarrollo de la concepción científica del mundo) sirve al proletariado mundial como piedra de toque para cuestionar severamente las tradiciones en las que nos ha formado la maquinaria propagandística del capitalismo. Contra ellas, se tiene la certeza de que no existen dioses ni "manos invisibles" que sean el fundamento de nuestra vida social. Ni siquiera nosotros, como meros individuos, podemos dar solución a nuestros problemas de desarrollo. Parafraseando a Darwin: es sólo la "lucha colectiva por la existencia", organizada contra toda opresión económica e ideológica, la que garantiza la libertad duradera de las masas.
Por ello, queremos deslindar contra quienes promueven una interpretación naturalista o falsamente "eugenésica" de la vida social. El ser humano no es ser humano por su mayor fortaleza física o su mera capacidad cognitiva. El hombre es tal gracias al trabajo planificado que ha realizado a lo largo de la historia. El progreso de la especie no viene de imaginarios providencialismos, pero tampoco de míticos Übermenschen. El fascismo descarado de algunos propagandistas del sistema (que a veces fungen de profesores universitarios) ha encubierto la certeza de que las masas hacen la historia, y que sus auténticos dirigentes sólo actúan en base a los intereses objetivos de aquellas, organizando la lucha de clases en pro de una transformación democrática de la sociedad.
Obviamente, tampoco hay posibilidad de conciliamiento con las teorías del "diseño inteligente", que inútilmente intentan juntar los conocimientos científicos sobre la evolución con los mitos decadentes de la feudalidad. Desde aquí sólo podemos manifestar nuestro rechazo a quienes detentan conscientemente, con fines manipulatorios, esas doctrinas reaccionarias.
Pocos hombres han desnudado la necesidad de hacer un profundo cuestionamiento a nuestras creencias tradicionales, producto de siglos de explotación y opresión, como lo hizo Darwin. En esta línea, este hombre de la burguesía de su tiempo supo cumplir un papel que en la actualidad ya no satisface la clase social en la que nació.
Hoy en día, quienes usufructúan del sistema capitalista concilian con los mitos más absurdos, para usarlos como paliativos a su política imperialista. Darwin, con honestidad intelectual (aunque con las limitaciones propias de su ser social) creía en las posibilidades del desarrollo colectivo, y promovía la elevación de la condición humana. Pero la burguesía actual no sigue la línea de su ilustre integrante. Por el contrario, a pesar de que no puede negar la fuerza argumentativa de su teoría, continuamente la intenta distorsionar, ajustándola a sus intereses. Actitudes como esa explican en parte por qué ha devenido en una clase cuyos dirigentes adolecen de la más vulgar mediocridad, manifestación de lo cual se ve en la crisis estructural y cultural de la época actual.
A pesar de ello, la obra de Darwin, entendida objetivamente, es referente esencial para quienes desarrollamos la idea de que las relaciones materiales de producción, que forjan nuestro ser social, determinan (en última instancia) la cultura de los pueblos, es decir, su conciencia social. El legado científico de este naturalista inglés del siglo XIX es, todavía hoy, fuente de inspiración para quienes hemos aprendido que la superación de las crisis del capitalismo no viene de idílicas campañas de "moralización", sino sobre todo por una revolución y transformación estructural de la organización social del trabajo.
ENLACES:
Texto de El Origen de las Especies
Obra completa de Charles Darwin (en inglés)
En Darwin y su teoría de la evolución encontramos luces y sombras. Resaltamos, por supuesto, sus luces en provecho de los intereses de las clases populares. Su teoría (integrada en el desarrollo de la concepción científica del mundo) sirve al proletariado mundial como piedra de toque para cuestionar severamente las tradiciones en las que nos ha formado la maquinaria propagandística del capitalismo. Contra ellas, se tiene la certeza de que no existen dioses ni "manos invisibles" que sean el fundamento de nuestra vida social. Ni siquiera nosotros, como meros individuos, podemos dar solución a nuestros problemas de desarrollo. Parafraseando a Darwin: es sólo la "lucha colectiva por la existencia", organizada contra toda opresión económica e ideológica, la que garantiza la libertad duradera de las masas.
Por ello, queremos deslindar contra quienes promueven una interpretación naturalista o falsamente "eugenésica" de la vida social. El ser humano no es ser humano por su mayor fortaleza física o su mera capacidad cognitiva. El hombre es tal gracias al trabajo planificado que ha realizado a lo largo de la historia. El progreso de la especie no viene de imaginarios providencialismos, pero tampoco de míticos Übermenschen. El fascismo descarado de algunos propagandistas del sistema (que a veces fungen de profesores universitarios) ha encubierto la certeza de que las masas hacen la historia, y que sus auténticos dirigentes sólo actúan en base a los intereses objetivos de aquellas, organizando la lucha de clases en pro de una transformación democrática de la sociedad.
Obviamente, tampoco hay posibilidad de conciliamiento con las teorías del "diseño inteligente", que inútilmente intentan juntar los conocimientos científicos sobre la evolución con los mitos decadentes de la feudalidad. Desde aquí sólo podemos manifestar nuestro rechazo a quienes detentan conscientemente, con fines manipulatorios, esas doctrinas reaccionarias.
Pocos hombres han desnudado la necesidad de hacer un profundo cuestionamiento a nuestras creencias tradicionales, producto de siglos de explotación y opresión, como lo hizo Darwin. En esta línea, este hombre de la burguesía de su tiempo supo cumplir un papel que en la actualidad ya no satisface la clase social en la que nació.
Hoy en día, quienes usufructúan del sistema capitalista concilian con los mitos más absurdos, para usarlos como paliativos a su política imperialista. Darwin, con honestidad intelectual (aunque con las limitaciones propias de su ser social) creía en las posibilidades del desarrollo colectivo, y promovía la elevación de la condición humana. Pero la burguesía actual no sigue la línea de su ilustre integrante. Por el contrario, a pesar de que no puede negar la fuerza argumentativa de su teoría, continuamente la intenta distorsionar, ajustándola a sus intereses. Actitudes como esa explican en parte por qué ha devenido en una clase cuyos dirigentes adolecen de la más vulgar mediocridad, manifestación de lo cual se ve en la crisis estructural y cultural de la época actual.
A pesar de ello, la obra de Darwin, entendida objetivamente, es referente esencial para quienes desarrollamos la idea de que las relaciones materiales de producción, que forjan nuestro ser social, determinan (en última instancia) la cultura de los pueblos, es decir, su conciencia social. El legado científico de este naturalista inglés del siglo XIX es, todavía hoy, fuente de inspiración para quienes hemos aprendido que la superación de las crisis del capitalismo no viene de idílicas campañas de "moralización", sino sobre todo por una revolución y transformación estructural de la organización social del trabajo.
ENLACES:
Texto de El Origen de las Especies
Obra completa de Charles Darwin (en inglés)
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