El reflejo condicionado fue descubierto por el gran científico ruso Iván Petróvich Pavlov, quien nació en San Petersburgo en 1849 y estudió Química en la universidad de dicha ciudad. Terminó su doctorado en 1883 y en 1890 fue nombrado profesor de Fisiología en la Academia Médica Imperial, proyectando sólidos y profundos conocimientos que determinaron su nombramiento como director del departamento de Fisiología del Instituto de Medicina Experimental de San Petersburgo.
Durante una década se volcó a la investigación sistemática, centrando sus estudios en el aparato digestivo y los jugos gástricos, trabajo por el que en 1904 obtuvo el Premio Nobel de Fisiología.
Pavlov descubrió la manera en que funciona el fenómeno del reflejo condicionado, después de que su ayudante E.B Twinger había observado que la salivación de los perros, que utilizaba en sus experimentos, se producía cuando veían la presencia de comida. Y se le ocurrió hacer este experimento: hacer sonar una campana justo antes de dar alimento a un perro, y cuando este empezaba a salivar. Después de repetir varias veces el experimento hizo sonar la campana sin que al can se le presentara la comida, y comprobó que salivaba. Llamó a esta reacción reflejo condicionado.
Acontecimientos como la guerra civil rusa y la llegada al poder del comunismo, en 1917, no afectaron sus investigaciones y, pese a no ser simpatizante del nuevo régimen, jamás sufrió represalias; incluso llegó a ser nombrado director de los laboratorios de fisiología en el Instituto de Medicina Experimental de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética.
A diferencia de Pavlov, quien nunca consideró que todo podía explicarse mediante el reflejo condicionado, otros científicos, como Skinner, estuvieron convencidos de que sí podía utilizarse para explicar todas las actividades humanas.
Pero Pavlov siempre sostuvo que el ser humano era capaz de romper el condicionamiento al que había sido sometido desde su temprana infancia.
El fanatismo conductista tuvo durante el siglo XX una legión de seguidores.
Es cierto que el reflejo condicionado determina un gran número de actividades humanas. Por ejemplo, cuando un niño comienza a aprender a leer o cuando un hombre o una mujer se inician en el deporte.
Asimismo, cuando se celebra la misa, sin que ello signifique que el cristianismo no sea la más sublime de las religiones. Pero cuando se lleva un niño a la iglesia, después de que se ha repetido durante varias semanas su asistencia, ya se ha creado el reflejo condicionado. Este reflejo puede durar muchos años, con frecuencia, toda la vida.
Si el conductismo tiene razón, no existe la libertad humana, es imposible elegir entre una opción u otra. Y si es así, la vida ha perdido sentido. Pero hay varias objeciones que demuestran que el conductismo es falso.
En primer lugar la libertad humana. Todo ser humano siente que es libre. Y este sentimiento no puede ser engañoso, pues nos revela que, entre varias posibilidades de conducta, puede siempre elegirse una u otra, salvo que sea drogadicto o demente.
El hecho es que a pesar de la gran cantidad de conductistas que hubo en el siglo XX, y que podría haber en el presente siglo, se puede demostrar que el conductismo no es verdadero. No podemos entrar en detalles, pues sería atiborrar al lector con ejemplos provenientes de la alta matemática.
La demostración de que el conductismo es falso abre grandes perspectivas respecto de la condición humana. Sobre todo porque permite salvar nuestra libertad y nuestra dignidad.
Si no fuera por esta posibilidad, nuestra vida sería como la del animal. Por eso Iván Petróvich Pavlov debe ser recordado no solo como un gran científico, sino como un hombre que abrió nuevas perspectivas respecto de nuestra vida.
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