Un amigo catalán, que vive en Lima y está casado con una limeña que no lo parece porque es sencilla, amable, democrática, educada y tolerante, me cuenta que hace poco llevaron a la hijita que tienen a un cumpleaños infantil. Los acompañaba el ama de la niña, pues los padres no iban a poder quedarse en la fiesta. Cuando llegaron a la casa de la cumplementada salió la anfitriona a recibirlos, les dio beso a mis amigos, ni qué decir a la pequeña pero al ama ni la miró, como si en lugar de una sólida y sonriente joven huaracina, hubiera tenido por delante un perchero mal colocado en el vestíbulo. Mi amigo, muy sorprendido, intentó normalizar la situación y cuando estaba a punto de presentar a la dueña de casa con la empleada, por si la primera no se había dado cuenta de que la segunda existía, un pellizcón de su esposa le impidió complicar el momento. "Así es acá, caracho, le explicaría después, tú no vas a cambiar nada haciéndote el justiciero porque además, a quien más ibas a incomodar era a la pobre Kelly", remató mi amiga, refiriéndose a la nana de su hijita.
Ah, los limeños y sus empleadas, las limeñas y sus domésticas. Tema para praderas de papel impreso. No sé si hasta ahora persista una costumbre que entre las señoronas de la generación de mis padres era pan de cada día en las casas de la capital. Me refiero a eso de hablar en inglés a la hora de las comidas con sus esposos e hijos, para que la muchacha no entendiera.
El problema era que en la mayoría de los casos los miembros de la familia no pasaban de lo elemental en la lengua de Shakespeare, y te dabas con diálogos tales como:
(La limeña) No forget to closet the aparator with the key because in the fond I have guardated a páneton.
(El limeño) You beleave than I am a cretin? I always cierr with key the aparator because in the fond are guardated the cuberts of silver also.
(La limeñita) The other day I encontred to the Paulina looking for adentr of my cómod and I beleave that he wanted to rob my pulser of gold...
(El limeñito) With reason, I have perdid as twenty soles of my billetere, I think you have to bote the chol, mother.
Y todo para que la Paulina no se entere, tanta complicación. Cuando habría sido más sencillo decirle en castellano a la chica que el panetón del aparador no era para ella sino para la patronal. Total, acostumbrada ya estaría a comer distinto, desde que en la casa se cocinaba en una olla para los señores y en otra --sin carne-- para ella y la empleada de servicio, fuera de que los cubiertos de la ranchería se lavaban por separado y se guardaban en un cajón muy alejado del almacén de los utensilios cotidianos de la casa oficial, por las bacterias.
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