Estimados Amigos:
Café Filosófico 516
Café Clásico
Jr. Callao 181 – Pueblo Libre, Lima 21
(Alt. Cruce de Av. Sucre con Av. La Mar)
LA ENTRADA ES LIBRE Y EL CAFÉ ES GRATIS
Atentamente
José Maúrtua
Presidente de la Asociación Cultural Búho Rojo
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José Maúrtua
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Los últimos acontecimientos de violencia que se han producido a partir del conflicto en Bagua el 5 de junio, en el mismo mes en que se dan los acontecimientos de Andahuaylas y la protesta de Sicuani, muestran que algo grave está ocurriendo en el país. En los dos últimos sucesos han intervenido fanáticos comunistas. Todo esto ha producido inquietud en una mayoría de ciudadanos que quieren vivir bajo un régimen democrático. Los hechos mencionados revelan que hay un complot organizado por fuerzas de ultraizquierda para terminar con la democracia que impera en el país.
Los hechos mencionados nos inducen a preguntarnos: ¿Cuál es la razón de lo que está sucediendo? La respuesta ha sido formulada por muchos. Los actos de violencia que se han producido en estos días se deben a la falta de comunicación entre los responsables del gobierno y los habitantes de territorios apartados, como los nativos que viven en la selva o con los pobladores de otras regiones del Perú, cuyas demandas no han obtenido respuesta.
La relación entre este hecho y la violencia es evidente. Si los habitantes de una región del Perú tienen un problema solicitan dialogar con el Gobierno y si no obtienen respuesta llega un momento en que se les termina la paciencia y recurren a la violencia, que se transforma en una manifestación del poder social. Y entonces el Ejecutivo se afana por apagar el incendio, cuando se ha agravado tanto que no sabe ya qué hacer.
Marx dijo en el siglo XIX: “La violencia es la partera de la historia”. Se equivocó, pues una buena parte de ella, especialmente la científica, se ha hecho sin violencia. Pero debemos reconocer que cuando se produce hace marchar la historia.
¿Cuál es la razón de la falta de comunicación entre el poder central y otras regiones del territorio nacional? Para comprender este hecho debemos remontarnos al origen de la nación peruana. Durante la Colonia, la población indígena era despreciada, se le consideraba inferior y era explotada. Esta situación de lejanía entre el gobierno y los gobernados se ha mantenido a través del tiempo, pese a que hubo dos o tres políticos excepcionales que intentaron superarla. Pero el hecho es que sigue hasta la fecha. Por eso, el Perú es un país desintegrado, nunca ha llegado a ser una nación en que sus partes se reconozcan como igualmente valiosas.
Contra esta situación, personas y entidades han levantado su voz de protesta, entre ellas El Comercio. Pero no cabe duda de que nuestra democracia está en peligro y debemos defenderla. Por eso, el Gobierno debe actuar con la máxima energía pero respetando la ley y los derechos humanos. Es totalmente falso creer que la democracia es débil. Al revés, es más fuerte que cualquier régimen autoritario que no puede soportar la libertad de prensa pues, como toda tiranía es corrupta, las denuncias de los medios de comunicación la destruirían. Por eso debemos actuar rápidamente contra la subversión. El Gobierno no debe tolerar que grupos subversivos quieran acabar con la democracia, el único régimen político en el que los seres humanos pueden vivir libres y dignamente.
Todos esos contratos históricos tienen un defecto: suponen individuos desnudos y acósmicos, sin el mínimo vínculo con la naturaleza o la Tierra. Los contratos sociales ignoran y silencian totalmente el contrato natural.
Más todavía: a partir de los padres fundadores de la modernidad, Descartes y Bacon, se implantó la ilusión de que el ser humano está por encima y fuera de la naturaleza, con el propósito de dominarla y poseerla.
Este proyecto continúa llevándose a cabo mediante la guerra de conquista que se sigue con la apropiación de todos los recursos y servicios naturales. Atrás queda siempre un rastro de devastación de la naturaleza, y de deshumanización brutal.
Antes se hacía la guerra para apropiarse de regiones y pueblos. Hoy ya se han conquistado todos los espacios, y lo que se lleva es una guerra total y sin cuartel contra la Tierra, sus bienes y servicios, explotándolos hasta la extenuación. La Tierra no tiene ya descanso, refugio o espacio al que replegarse.
La agresión es mundial, y la reacción de la Tierra-Gaia está siendo también mundial. La respuesta es el conjunto de varias crisis, agrupadas en el devastador calentamiento planetario. Es la venganza de Gaia.
No tenemos otra salida que no sea reintroducir consciente y rápidamente lo que habíamos olvidado: un contrato natural articulado con el contrato social. Se trata de superar nuestro arrogante antropocentrismo y de poner todas las cosas en su lugar, y a nosotros junto a ellas, como parte de un todo.
¿Qué es un contrato natural?: Es el reconocimiento por parte del ser humano de que él está inserto en la naturaleza, de la que recibe todo, y el reconocimiento de que debe comportarse como hijo de la Madre Tierra, devolviéndole cuidado y protección para que ella continúe haciendo lo que siempre hace: darnos vida y medios de vida.
El contrato natural, como todos los contratos, supone reciprocidad. La naturaleza nos da todo lo que necesitamos, y nosotros, en contrapartida, la respetamos, y reconocemos sus derechos de existir y preservamos su integridad y vitalidad.
Al contrato exclusivamente social debemos añadir ahora el contrato natural de reciprocidad y simbiosis. Renunciamos a dominar y a poseer, y nos hermanamos con todas las cosas. No simplemente las utilizamos, sino que, al usarlas cuando lo necesitamos, las contemplamos, admiramos su belleza y organicidad, y cuidamos de ellas.
La naturaleza es nuestro anfitrión generoso, y nosotros somos sus huéspedes agradecidos. No vamos a establecer una tregua en esta guerra sin fin, sino que vamos a establecer una paz perenne con la naturaleza y con la Tierra.
La crisis económica de 1929 ni por un momento se preguntó por la naturaleza y por la Tierra. Su presupuesto ilusorio era que ellas estarían siempre ahí, disponibles y con recursos infinitos. Hoy la situación es distinta. Ya no podemos dar por descontada la Tierra con sus bienes y servicios. Éstos se han evidenciado finitos, y ya hemos sobrepasado su capacidad de reposición en un 40%.
¿Cuándo es traído a debate ese factor, a la búsqueda de soluciones para la crisis actual? Estamos siendo dominados por economistas –en su gran mayoría, verdaderos “idiotas especializados” (Fachidioten), que no ven sino números, mercados y monedas, y olvidan que comen, beben, respiran y pisan suelos contaminados. O sea: que sólo pueden hacer lo que hacen porque están asentados en la naturaleza, que les posibilita hacer todo lo que hacen, especialmente dar razones al egoísmo y a las barbaridades que la actual economía hace, perjudicando a millones y millones de personas, y que van minando la base que la sostiene.
O restablecemos la reciprocidad entre la naturaleza y el ser humano, y rearticulamos el contrato social con el contrato natural, o tenemos que aceptar el riesgo de ser expulsados y eliminados por Gaia. Confío que en aprenderemos a partir del sufrimiento y del uso del poco buen sentido que todavía nos queda.
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José Maúrtua
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Lo que ha sucedido en Bagua ha sido una dolorosa tragedia, cuyo recuerdo habrá de prolongarse a través de los años. Nunca podremos olvidar la horrible muerte de 34 personas, entre policías y nativos.
La energía con que los nativos han exigido la derogación de los decretos legislativos 1090 y 1064 ha sido impresionante. No quisieron aceptar su suspensión temporal. Su posición fue inflexible. Los apus se negaron a negociar. Si el Gobierno quería dialogar con ellos, la derogación debía ser definitiva. El Ejecutivo, que en un principio estuvo reacio a ceder, ha tenido que dar marcha atrás. Ahora ha aceptado negociar sin condiciones. Se ha formado un equipo de diálogo, encabezado por el presidente del Consejo de Ministros, Yehude Simon, que ha pedido perdón a todos los participantes en la tragedia y ha llamado “hermanos” a los nativos. Ellos se han sentido impresionados, pues hasta ese momento nadie los había tomado en cuenta, ni siquiera por lo menos en la práctica los habían considerado como ciudadanos.
Según la Constitución, todos los peruanos gozan de los mismos derechos y son iguales ante la ley. Pero la Constitución parecía no aplicarse a los nativos de la selva. Por otra parte, los habitantes de la Amazonía ni siquiera tienen un representante en el Parlamento. Desde todo punto de vista, son considerados como ciudadanos de segunda clase por quienes no vale la pena ocuparse. Era por eso lógico que estallara la tragedia.
El Gobierno, como era inevitable, ha declarado el estado de emergencia en la región. Y no lo suspenderá mientras los nativos sigan bloqueando las carreteras. Estos han aceptado desbloquearlas durante cuatro horas, lo que significa que la situación se prolongará sin término. Es que tienen razón. Mientras no estén seguros de que los decretos mencionados sean derogados no pueden confiar en el Gobierno.
Pero hay una pregunta que debemos hacer, pues de su respuesta depende el futuro de nuestro país: ¿Hasta dónde es sincera la posición de los nativos? Porque una vez derogados los decretos y después de un diálogo sincero con la comisión nombrada por el Gobierno que culmine en el restablecimiento de la paz, ¿cómo estar seguros de que no volverán a asumir una actitud beligerante? Creemos que no. Así como en la guerra son implacables, en la paz son leales y cumplen su palabra.
Reflexionando sobre lo que acaba de suceder, y recordando lo que pasa en Andahuaylas, se llega lógicamente a la conclusión de que hay un movimiento para terminar con la democracia en el Perú. ¿Quiénes están detrás de esto? Por el momento no podemos anticipar nada, pero habrá que hacer una investigación a fondo y con rapidez para llegar a una conclusión bien fundada.
Si se llega a comprobar este hecho, el Gobierno tendrá que actuar con la máxima energía. Si no lo hace, se derrumbará la democracia. Pero no seamos pesimistas. Esperemos que la democracia triunfe y que nuestra nación siga viviendo libre y soberanamente.
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PRONUNCIAMIENTO
Docentes de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Frente a los hechos ocurridos desde la madrugada del 5 de junio de 2009 en la provincia de Bagua, los docentes universitarios de
1. Respecto a
3. Explica también la actitud condenable del presidente Alan García y del gobierno aprista por no asumir autocríticamente su responsabilidad política en estos terribles hechos, y limitarse, por un lado, a culpar de lo ocurrido a una conspiración extranjera que según ellos estaría manipulando a las poblaciones nativas y, por otro, a difundir sistemáticamente una propaganda torpe y encubridora.
4. Por eso nos solidarizamos con los pueblos indígenas de nuestra Amazonía, que desde hace más de un año vienen luchando por la derogatoria de decretos inconstitucionales que atentan contra sus legítimos derechos y que han sido aprobados sin atender al derecho que sus pobladores tienen de ser consultados sobre decisiones que afectan sus vidas, desconociendo convenios internacionales como el Convenio 169 de
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