martes, 30 de junio de 2009

GUILLERMO GIACOSA: "HONDURAS"


Honduras

Guillermo Giacosa
Perú 21 Online, 30 de junio de 2009

Es domingo y acaba de materializarse un golpe de Estado en Honduras. Espero que este artículo solo sirva para llenar la parte de la página que le corresponde porque lo que aquí escribiré ya no tendrá sentido. Quiero creer que hoy, martes, el presidente constitucional Zelaya ha sido restituido en su cargo. Por lo menos así lo hacen prever las numerosas condenas internacionales a la aventura golpista.

Algunas reflexiones: quienes conocen la historia de este pequeño país saben que allí es imposible la alteración del orden constitucional sin un guiño aprobatorio de EE.UU. Hasta ahora, ese país ha condenado el intento golpista, lo cual, de confirmarse, constituirá un hito histórico.

No obstante, resulta curioso que, mientras la izquierda es acusada de promover golpes de Estado, finalmente es la derecha quien los da. Verdad es que Honduras dejó de ser un aliado confiable para la superpotencia y se acercó a los sectores que, en esta parte del mundo, el orden establecido considera peligrosos para sus intereses. ¿Es ese motivo suficiente para reiniciar el ciclo de gobiernos subordinados al poder militar? ¿Saben al peligro que exponen al continente con la aprobación de estas conductas que, como lo prueba la historia, concluyen en dictaduras feroces, desapariciones de seres humanos, eliminación de la democracia y montaje de estados títeres funcionales a los intereses del gran poder económico? ¿Es este golpe un anticipo de admisión, luego de la crisis, de que el 'chorreo’ no es suficiente para contener las ansias de desarrollo de los pueblos? De ser así, ¿no sería más inteligente buscar un nuevo modelo en vez de recaer en los errores asesinos del pasado? Latinoamérica y el Caribe ya han invertido demasiada sangre, demasiadas postergaciones, demasiado dolor y demasiada rabia en satisfacer intereses económicos que no siempre, en realidad casi nunca o nunca, coinciden con los intereses reales de las mayorías postergadas del continente. ¿Por qué sino habría tantas expresiones de insatisfacción? Es tan difícil admitir que, para que los activistas alienten la insatisfacción, como suelen repetir prensa y políticos, la insatisfacción debe existir. Es imposible alimentar aquello que no existe. Si se elimina la causa, se elimina el efecto. Así de simple.

El sábado por la noche, Oppenheimer entrevistaba al presidente de Costa Rica y a dos personas más. Se preguntaban sobre el porqué de las deficiencias de la educación en América Latina. Dijeron mil cosas, menos una: que estados frágiles, minúsculos, subordinados al poder económico, poco pueden hacer para construir un sistema de educación pública moderno, eficiente y con personal idóneo y bien remunerado. La educación privada es útil, pero no es suficiente para los requerimientos del desarrollo. Tampoco dijeron que la exigencia de cumplir con la deuda externa y las recetas del FMI no permitían invertir en educación. Esa es una insatisfacción de base. Intentar resolverla implica ciertos cambios. Esos cambios estaban en el proyecto de Zelaya. La respuesta de los sectores de poder es la que ya conocemos.

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