lunes, 1 de junio de 2009

GUILLERMO GIACOSA: "MEDITACIONES SOBRE LA SOLIDARIDAD"


Meditaciones sobre la solidaridad

Guillermo Giacosa
Perú 21 Online, 1 de junio de 2009

Recuerdo que cuando yo todavía rezaba el Padrenuestro había una oración dentro de la oración que no entendía muy bien, pero que tiene, percibida desde la actualidad, ciertos tintes de insolencia revolucionaria. Decía así aquel viejo Padrenuestro: “Perdónanos de nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Hace poco, en una misa de solidaridad con el castigado pueblo palestino, escuché que el viejo texto de mi infancia había sido cambiado por un inocente: “Perdónanos de nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. ¿Quién obró tal milagro? No, seguramente, los más antiguos padres de la Iglesia que prohibían cobrar intereses por el dinero que se prestaba. Me inclino a pensar que se trata de una corrección que va de la mano con el vendaval neoliberal en el cual el dinero es más venerado que el Dios que invocan para justificar los actos de su existencia. Quizá una luciferina influencia de Milton Friedman y de la Escuela de Chicago.

¿Qué es eso de perdonar las deudas? ¿Imaginan alguien rezando el viejo Padrenuestro en una ceremonia del FMI, o en la asunción de algunos de los mandatarios de los países acreedores de la deuda del Tercer Mundo? Bueno pues, por ser inimaginable y, además, lesivo al orden de vida establecido, la Iglesia, en nombre del sentido común y siendo coherentes con la conducta de sus mentores y guías oficiales, sacaron esa frase incongruente con la ética contemporánea y la suplantaron por un anémico perdón a las ofensas.

Parece más inocente de lo que en realidad es, pero, delata mucho más de lo que seríamos capaces de admitir. Me pregunto cómo les ha resultado tan poco traumático cambiar un concepto que tiene tanto que ver con la supervivencia de los seres humanos y con las nociones caridad y amor al prójimo, y les es tan difícil adoptar una postura más en consonancia con los tiempos que corren respecto al sexo. ¿Será que es más sencillo y menos subversivo operar sobre el bolsillo que sobre la bragueta? O será que bragueta y bolsillo guardan una íntima relación pues para muchos la verdadera razón del celibato sacerdotal se fundamenta en permitir que la Iglesia sea, y no la familia del sacerdote, la heredera de sus bienes en caso de que este los tenga.

Estos extraños e inesperados pensamientos venían a mí mientras se desarrollaba la emotiva misa que congregaba a miembros de la comunidad palestina en Lima y a otros que, sin ser palestinos, árabes o musulmanes, nos sentimos profundamente comprometidos con los padecimientos de ese pueblo. Quizá seamos los mismos que, aún no siendo creyentes, hubiésemos asistido durante la Segunda Guerra Mundial, a una misa en solidaridad con los padecimientos del pueblo judío. La noción de solidaridad, para ser realmente tal, debe ser ajena a cualquier inclinación política o ideológica.

Ajena a cualquier otro interés que no sea el de manifestar nuestras emociones y sentimientos a favor de quienes sufren injustamente. Ah, y aunque ya no rezo, de hacerlo, preferiría el Padrenuestro de antes.

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