viernes, 21 de agosto de 2009

GUILLERMO GIACOSA: "LA CULTURA DEL MIEDO"


La cultura del miedo

Guillermo Giacosa
Perú 21 Online, 21 de agosto de 2009

No creo ser más cobarde ni más valiente que el común de los mortales, pero si veo a un civil cargando un rifle semiautomático AR-15 –aparato muy moderno, que debería ser utilizado solo por profesionales– en medio de la calle, me hago humo en menos de lo que canta un gallo. Alguna vez, algún soldadito del ejército argentino me apuntó con una ametralladora para pedirme documentos y, desde entonces, se agudizó la fobia que ya les tenía a las armas de fuego desde que cumplí con mi servicio militar obligatorio.

La ley en nuestros países prohíbe que un civil se pavonee por los espacios públicos exhibiendo uno de estos juguetes mortíferos. Parece lo civilizado, y supongo que, salvo prueba contraria, debe serlo. Pero no ocurre así en el estado de Arizona. Allí es legal andar por la calle portando un arma a la vista. Más bien, requiere de un permiso de la policía cuando se lleva oculta. Es decir, Arizona es una suerte de paraíso donde si alguien viene a matarte, tú puedes salir corriendo antes de que la bala te alcance, y no como ocurre entre nosotros –países subdesarrollados–, donde tú recién te enteras de que te van a matar cuando el asesino desenfunda su pistola. ¡Eso es lo que uno realmente debe apreciar como una conducta civilizada!

Lo comento a raíz de una foto que ha dado la vuelta al mundo, en la que un afroamericano –que se manifiesta contra el presidente norteamericano Obama por la ley de salud– porta un rifle AR-15, además de una pistola en la cintura –todo a la vista– mientras afirma, orgulloso, “en Arizona aún tenemos nuestras libertades”.

Hoy, gracias a los avances científicos, sabemos que, si bien las armas no las carga el diablo, sí suelen dispararse desde las regiones más primitivas de nuestro cerebro. Y esas regiones determinan nuestras actitudes a una velocidad que la razón solo alcanza cuando el hecho ya está consumado. Es decir, en cualquier situación de “emoción violenta”, el ser humano supedita su racionalidad a la intensidad de esa emoción y actúa sin medir las consecuencias. Ese diseño, pergeñado por la naturaleza durante la larga evolución, no tomó nunca en cuenta que, algún día, la humanidad dispondría de armas como las que existen en la actualidad y que la defensa de la propia integridad nos llevaría a cometer atrocidades que no tienen ninguna relación con el tamaño de la amenaza que la provocó. Para portar armas de fuego hace falta un largo y ordenado proceso de entrenamiento, a fin de que estas no se vuelvan contra nosotros.

Arizona, patria chica de John McCain, conserva las costumbres que, en 1881, provocaron en Tombstone un célebre tiroteo varias veces reproducido en los filmes del Lejano Oeste, más conocido como “El tiroteo de O.K. Corral”. Y esa costumbre habilita a que uno vaya a un mitin político con un arsenal sobre sus espaldas y que la policía nada pueda hacer para impedirlo.

¿Locura? No, solo conquistas de una sociedad patéticamente individualista que confunde intimidación con libertad.

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