jueves, 3 de setiembre de 2009

GUILLERMO GIACOSA: "ACOSO Y TERROR ESCOLAR (BULLYING / CIBERBULLY)"


Acoso y terror escolar (bullying/ciberbully)

Guillermo Giacosa
Perú 21 Online, 3 de septiembre de 2009

A 'Penta’, el matoncito de la clase, le teníamos respeto. ¿Miedo? No sé, quizá. Respeto, seguro que sí. Procurábamos no enojarlo pues era físicamente exuberante y se dejaba arrastrar por sus emociones y su afán de reconocimiento. Sus puñetes zumbaban con frecuencia. Conmigo nunca se metió pues yo, por escuálido, había aprendido –no sé si para bien o mal– a exagerar mis reacciones. Debo confesar, sin embargo, que su presencia me ponía en un agotador estado de tensión defensiva. No me importaban los golpes, sino las posibles heridas a mi autoestima. 'Penta’ tenía sus víctimas preferidas y lograba convertir sus vidas en verdaderos infiernos. A veces utilizaba cómplices que se sentían orgullosos de asistir al matón y, entonces, la pena de los agredidos se multiplicaba al punto de que algunos fingían enfermedades para no asistir a clase. Hoy, gracias a la tecnología, los matones y sus secuaces pueden perseguir virtualmente a sus víctimas hasta la intimidad de su hogar, a través de las redes que enlazan el mundo cibernético. No solo te humillan en la escuela, sino que, tan pronto enciendas tu computadora, verás que los escarnios de los que eres objeto se prolongan hasta tu casa y la casa de tus familiares y conocidos. El celular será otro cómplice de este atroz acoso con apariencia de juego adolescente.

Lo cierto es que ahora no tendrás dónde refugiarte. La nueva modalidad llamada 'bullying’ o 'ciberbully’ es una de las tantas monstruosidades que ya se instaló en el Perú y que es engendrada por una sociedad donde 'el otro’ es poco menos que un objeto. No es novedad, solo que ahora alcanza a la víctima en su refugio más íntimo y multiplica su capacidad de destruirla o de invitarla a destruirse: ya hay suicidios.

Es el nuevo producto de una forma de vida que, guiada por la obsesión de la competencia y el éxito, destruye o trastorna las bases destinadas a la empatía con las que ha sido diseñado nuestro cerebro. Empatía es poder sentir lo que siente el otro. Es ponerse en el lugar del otro. Las neurociencias afirman que las reacciones primarias de nuestro cerebro apuntan en esa dirección. La antropología, que se ocupa de la evolución de la especie humana y sus procesos de adaptación, demuestra que esa empatía ha sido necesaria para agruparnos y enfrentar exitosamente los desafíos de un medio poblado por animales más poderosos que nosotros y, también, los misterios que nos obligaron a crear un mundo de respuestas mágicas que atemperaran nuestro desconcierto y calmaran nuestros temores.

El individualismo feroz que fomenta la sociedad actual desconoce que, además de individuos, somos miembros de una sociedad y parte de una especie. Si la educación no se orienta, con métodos modernos e interactivos –al hacer conciencia de esa triple condición del ser humano, y la obligación que ella genera hacia el prójimo y otras formas de vida–, poco podremos hacer para transformar estos impulsos destructivos en fuerzas para la tolerancia, la creación y la vida.

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