La revista alemana Stern, que ha hecho y hace parte del coro que acompaña y apoya las políticas neoliberales, se pregunta, respecto a su propio país, sobre el modelo teórico del capitalismo moderno con un artículo llamado '¿Qué hacer contra la desigualdad?’, y subtitula: “Dos terceras partes de la población alemana no poseen casi nada, mientras que apenas una décima parte posee el 60% de la riqueza”. Y vuelve a decir: “Nuestra sociedad se divide, cada vez más, entre los ricos que se hacen más ricos y los que no tienen nada”. Estos datos pertenecen al texto del ensayista y periodista argentino Osvaldo Bayer y me llevan a interrogarme sobre cómo puede funcionar el goteo –'chorreo’, según Toledo– en países pobres como el Perú, cuando en naciones ubérrimas y ejemplares en la aplicación del modelo, las distancias sociales y económicas no solo no se han acortado, sino que, por el contrario, se han agigantado. Y han crecido a un extremo tal como para que una publicación como Stern se sienta obligada a preguntarse sobre qué debe hacerse. Esta actitud, en un medio de comunicación de tanto peso, o bien expresa una inocencia que no debiera ser propia de quienes tienen la obligación de observar la sociedad con ojo crítico, o bien es un acto de absoluta hipocresía para producir un rápido lavado de conciencia destinado a ser olvidado en el próximo número. Bayer señala que estas diferencias se han agudizado con la crisis pues los mismos que la provocaron han creado mecanismos para sacar máximo provecho de ella.
Por ejemplo, “está desapareciendo el clásico lugar de trabajo y va siendo reemplazado por trabajadores por hora, por trabajo de horario limitado, por trabajo por contrato, por trabajo sin salario básico y por el desmantelamiento, paso a paso, del derecho de indemnización por despido”. (Por acá le llaman 'flexibilidad laboral’). Es decir, el sistema se aprovecha de la crisis que ha producido por sí mismo para alcanzar una nueva era de capitalismo más profundo. En otras palabras, la crisis va ahondando el neoliberalismo asocial que, claro, para los defensores del sistema, puede dar un gran empujón hacia adelante a la economía. La receta de siempre.
La Oficina de Estadísticas de Alemania ha dado a conocer la información de que los llamados empleados y obreros 'atípicos’ –es decir, los que no tienen un empleo fijo– han aumentado de 5.3 a 7.7 millones. Y se ha llegado a la conclusión de que esos 'atípicos’ representan el 22% de todos los que trabajan. El mismo estudio admite que el riesgo para esos trabajadores, de caer en la pobreza, es del 14%. Si ese es el panorama que nos presenta el sistema capitalista central, pensemos qué ocurriría con los llamados 'países subdesarrollados’. La pregunta de Stern sobre la desigualdad bien puede traducirse en: '¿Cómo evitar la ingobernabilidad y el descontrol social?’. Nosotros nos preguntamos: ¿cuánta pobreza resiste la democracia? Y, hasta ahora, la única respuesta es el ciego empecinamiento en un modelo cuyas consecuencias exhibe la abundante Alemania.
Por ejemplo, “está desapareciendo el clásico lugar de trabajo y va siendo reemplazado por trabajadores por hora, por trabajo de horario limitado, por trabajo por contrato, por trabajo sin salario básico y por el desmantelamiento, paso a paso, del derecho de indemnización por despido”. (Por acá le llaman 'flexibilidad laboral’). Es decir, el sistema se aprovecha de la crisis que ha producido por sí mismo para alcanzar una nueva era de capitalismo más profundo. En otras palabras, la crisis va ahondando el neoliberalismo asocial que, claro, para los defensores del sistema, puede dar un gran empujón hacia adelante a la economía. La receta de siempre.
La Oficina de Estadísticas de Alemania ha dado a conocer la información de que los llamados empleados y obreros 'atípicos’ –es decir, los que no tienen un empleo fijo– han aumentado de 5.3 a 7.7 millones. Y se ha llegado a la conclusión de que esos 'atípicos’ representan el 22% de todos los que trabajan. El mismo estudio admite que el riesgo para esos trabajadores, de caer en la pobreza, es del 14%. Si ese es el panorama que nos presenta el sistema capitalista central, pensemos qué ocurriría con los llamados 'países subdesarrollados’. La pregunta de Stern sobre la desigualdad bien puede traducirse en: '¿Cómo evitar la ingobernabilidad y el descontrol social?’. Nosotros nos preguntamos: ¿cuánta pobreza resiste la democracia? Y, hasta ahora, la única respuesta es el ciego empecinamiento en un modelo cuyas consecuencias exhibe la abundante Alemania.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario