Como he señalado en otros posts, en nuestro país habitan dos formas de “derecha” que colaboran estratégicamente a pesar de que no congenian de corazón. Una es individualista, mercantilista, piensa con la máquina registradora bajo el brazo. La sociedad entera – para ella – funciona a la manera del mercado o debería hacerlo si quisiera emprender el camino del progreso. La otra es “reaccionaria”, apela al retorno de las “antiguas tradiciones”, le rinde culto a las “instituciones tutelares” – la Iglesia católica jerárquica y las Fuerzas Armadas – y predica orden y autoridad contra las prácticas democráticas. Ambas han saludado los golpes de Estado, así como han respaldado las diversas formas de autoritarismo competitivo. Ambas rechazan las políticas de derechos humanos y en general el programa transicional. Tampoco aprecian los proyectos institucionalistas en el nivel del Estado (y desconocen la noción misma de "sociedad civil"). Ambas son antiliberales.
Ambas predican hoy la agenda del miedo. Alberto Vergara ha publicado en Poder un artículo interesante, El Tea party perucho. Allí sostiene que algunos espacios mediáticos conservadores – como Correo – están aplicando una lógica similar al Tea Party en nuestro medio, intentando hacer pasar a Susana Villarán como una bolchevique disfrazada de socialdemócrata.
“En el Perú se viene fraguando nuestro Tea Party, nuestro Fox News y nuestro Glenn Beck. El diario Correo ha abierto fuego contra Susana Villarán con una lógica de Tea Party: quieren asustarme como a granjero gringo. Creen que por ser de derecha me voy a convencer de que la tía es terruca, pastrula y ladrona. No se pasen. Puesto que acusarla de pituca no ha tenido efecto entre sus votantes (lo cual es lógico pues su bastión ha sido el A/B... ¡los pitucos no se asustan de los pitucos!), Mariátegui y su primera plana han decidido cambiar de estrategia y asustar a los de arriba con el asunto de que Villarán es una Elena Iparraguirre new age. Así de explícito. Ella sería el vehículo de los extremistas de Patria Roja, estaría buscando la alcaldía para saquearla y entregarle todo el dinero a sus amigos comunistas y así convertir al Perú en Bolivia. Eso ya no es periodismo”.
No puedo estar más de acuerdo con Vergara: eso no es periodismo. La ultraderecha mediática está recurriendo a la mentira y a una campaña macartista consistente en propagar el temor a una eventual victoria de Susana Villarán. PPK nos habla del impacto de un acontecimiento semejante entre los inversionistas extranjeros, Correo oscila entre el alegato anti-izquierdista y las “pastillas para levantar la moral” (¡Con alusiones a Bolivar!) dirigidas a Lourdes Flores. Y no se trata solamente de la columna del Director. Véase la patética y engolada nota de Martín Santiváñez publicada hoy sobre el tema. La ejecución de esta curiosa agenda de miedo presupone que los votantes somos sujetos en permanente minoría de edad que necesitamos ser impresionados y manipulados para tomar una decisión que ellos consideran razonable. Otro signo antiliberal en el programa de este sector de la prensa, y en los esquemas de esta facción mayoritaria de la “clase política”, carente de imaginación e ideas.
Aldo Mariátegui ha evidenciado su falta de reflejos en su precipitada y escueta respuesta a la nota de Vergara. Considera que él no puede estar promoviendo una suerte de Tea Party criollo, porque él habría criticado el Tea Party norteamericano. Parece no reparar en la posibilidad de que se critiquen diferentes contenidos particulares del proyecto republicano y sin embargo trasladar – en alguna medida - su formato y sus propósitos en nuestro medio. Allí saca a relucir unas enormes anteojeras conceptuales (de un modo similar a cuando señala que no es “ultraderechista” sólo porque está a favor del aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo). Incluso intenta replicar a Vergara apelando a la persona – recurriendo a la caricatura, a la ridiculización y a las etiquetas -, y renunciando a la argumentación:
“Leo que el columnista Vergara Paniagua me acusa de ser un "tea party" local y de asustar a la gente con Caviarán. ¡Plancha quemada, compadre! El domingo pasado escribí contra ese fenómeno republicano y sospecho, guardando respetos, que mucha de tu extrema generosidad al considerar a Caviarán como "izquierda moderna" (mientras que a mí me parece que es una disimulada Javier Diez Canseco con faldas) se debe a que tu madre es candidata a la alcaldía de Lince por Fuerza Social. Creo que la subjetividad te contamina”.En lugar de examinar calidad de las propuestas de los candidatos, y de discutir la trayectoria de cada uno de ellos en el ejercicio de la función pública - en la línea sugerida acertadamente, por ejemplo, por Ricardo Falla y Giovanni Krähe -, nuestros libertarios y nuestros reaccionarios criollos – ambas facciones de la “derecha”, por igual - han optado por la estigmatización ideológica del rival, por intentar manipular a la opinión pública infundiendo temor y esparciendo por doquier falsedades y medias verdades. Eligieron renunciar a las ideas y anunciar un extraño y súbito Apocalipsis. Si la derecha peruana está a punto de perder esa elección es porque es víctima de sus propios errores, porque permanece prisionera de su propio miedo.
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