Hace un tiempo, cuando ya el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial casi nos habían logrado convencer de que el infierno tan temido es pertenecer a los sectores modestos de los países pobres, la revista La Civilización Católica, publicada por los jesuitas pero supervisada por el Papa, nos anunció que el infierno existe y es eterno.
“¡Otro!”, dice uno, y trata de imaginar como se las arreglarán en la eternidad para superar las angustias del desempleo, del hambre de los hijos, de la dignidad reiteradamente pisoteada, etc., que padecen más de dos mil millones de personas en este planeta. Además de la ignorancia y la superstición que contribuyen, generosamente, a que las cosas sean como son. Los demonios deben ser un modelo de creatividad para ser más degradantes que algunas de las invenciones de los seres humanos.
Veamos algunas perlas cristianas destinadas a asustar a los pobres para que obedezcan a los ricos, pues de eso se trata... aunque algunos ricos también terminen asustados.
San Basilio habla de fuegos inextinguibles y gusanos imperecederos, supuestamente hechos del mejor amianto producido por alguna trasnacional de alta tecnología celestial. Tertuliano dice que parte del gozo en el Paraíso será, el Día del Juicio, ver a reyes y poderosos lamentarse en la más densa oscuridad, arder a los filósofos en compañía de sus discípulos y a los poetas y a los comediantes devorados por las llamas eternas. Si me atengo a esta horrible descripción de Tertuliano debo terminar admitiendo que el cielo solo está hecho para los sádicos que gozan del sufrimiento ajeno. Quizá sea más sensible de lo necesario pero el sufrimiento, incluido el de personas que por una razón u otra he detestado o detesto, me produce aflicción. La compasión, según las neurociencias, está incrustada en nuestro cerebro y es una de las causas que nos ha permitido sobrevivir como especie.
También había advertencias terribles para los usureros, sin especificar si ellas incluían algunos organismos financieros internacionales, para los fornicadores (yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos), los amantes de la danza (Nureyev ya debe ser un chicharrón calcinado) y los parcos en los donativos a la Iglesia (esta sí que desnuda las malas intenciones de quienes solían medrar gracias a sus hábitos).
La advertencia actual, felizmente, no incluye estas categorías. Se dice que “Dios no está con el fusil en la mano, listo para mandar al infierno al que comete pecados banales”. El infierno, en su nueva versión, es un estado de privación de Dios destinado a quienes incurren en la soberbia del orgullo de la negación, rechazando a Dios para afirmarse a sí mismos. Difícil de entender. Uno no rechaza a Dios, simplemente no cree.
Este regreso del infierno a los primeros planos quizá pretenda ser un arma pedagógica (de inutilidad demostrada) para detener el mal o quizá sea, como afirman los más informados, parte de un debate teológico instalado desde hace tiempo en el seno de la Iglesia.
1 comentario:
Siempre interesante y, sobre todo, bien informado, Guillermo Giacosa.
Les invito a ver el video que grabo UN MINUTO POR LA INFANCIA en www.inversionenlainfancia.net
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