Los miedos que despierta Susana Villarán a la ultraderecha resultan jocosos o tristes según sea el talante de cada uno frente a las transformaciones políticas. Me recuerdan vivamente –con las diferencias del caso pero obedeciendo siempre a un mismo impulso histérico– a las reacciones de esa aturdida ultraderecha cuando el socialista François Mitterrand ganó las elecciones presidenciales en Francia. La Folha de Sao Paulo, un poderosísimo diario brasileño y muchísimos otros diarios del continente, cedieron o vendieron tres inmensas páginas al movimiento 'Tradición, Familia y Propiedad’ o 'Dios, Patria y Propiedad’ (no recuerdo bien pero sí sé que la palabra propiedad figuraba pues, de algún modo, es el abracadabra que moviliza la víscera más sensible del cuerpo humano que, como todos sabemos, es el bolsillo).
En aquella ocasión esta derecha proclamaba el Apocalipsis, el fin de los tiempos, la ira de Dios por nuestros pecados, la victoria del comunismo, la ruptura definitiva de la familia, y en suma, el triunfo del odio sobre el amor y del demonio sobre Dios. Leer esas barrabasadas impúdicas e irracionales y pensar en una gran parrillada universal –organizada con la carne de nuestros hijos y las entrañas de los curas y las monjas– era uno solo. Uno solo, por supuesto, para el ciudadano inadvertido o para quienes gozando de privilegios inauditos pensaban que les quitarían sus latifundios, sus lacayos, sus choferes, sus mucamos y esa bendición de Dios –hecha solo para ellos– llamada dinero. ¿Qué ocurrió con el satánico monsieur Mitterrand? Nada. Nada, al menos, de lo que esperaba esta banda de histéricos.
Tampoco satisfizo las expectativas de los sectores más progresistas de la sociedad francesa. Fue un gobierno moderado que irritó menos a los Estados Unidos de lo que lo había hecho Charles de Gaulle. Duró 16 años en la presidencia y, durante ese tiempo, ningún niño francés fue expropiado a su familia, las iglesias siguieron con sus misas, las empresas privadas con sus negocios y la ultraderecha con sus cantaletas.
Obvia decir que el poder municipal es inferior al que se ejerce sobre el conjunto de la nación y que las transformaciones que puede producir un alcalde tienen un alcance limitado. Importantísimo para los vecinos, pero limitado. El peligro reside en que una administración sensible en lo social, correcta en lo institucional y transparente en lo administrativo puede romper algunos de los tantos prejuicios perversamente elaborados en torno a los sectores progresistas. Y eso, al menos para la ultraderecha, no es bueno.
Conozco, quiero y respeto mucho a Susana Villarán. Más, creo que es imposible conocerla y no establecer inmediatamente con ella esa conexión empática que suele definir nuestra humanidad. Si tuviera derecho a voto, votaría por ella. Como solo tengo derecho a voz lo ejerzo diciendo –cosa que nunca había hecho antes con ningún candidato– lo que pienso. Lima merece una alcaldesa sensible a las fibras del dolor oculto.
3 comentarios:
Y A CUENTA DE QUE SUSANA VILLARAN LLEVA EN SU LISTA (nº 19) A LA HIJA DEL SEC GRL DE PATRIA ROJA? ella misma dijo q lulu tiene pacto conc astañeda por llevar asu hijo, entonces? VILLARAN TIENE PACTO CON PATRIA ROJA??
Tontin, no olvides que el MNI tiene gente de Patria Roja en sus huestes.
Pero si Giacosa es rojo y todo el mindo sobre todo los argentinos lo saben, felizmente no tiene derecho a voto
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