¿Monstruos o humanos?
por Teobaldo Llosa (médico psiquiatra)
Suplemento El Dominical de "El Comercio", 11 de octubre de 2009
elcomercio.pe/impresa/notas/monstruos-humanos/20091011/353361
por Teobaldo Llosa (médico psiquiatra)
Suplemento El Dominical de "El Comercio", 11 de octubre de 2009
elcomercio.pe/impresa/notas/monstruos-humanos/20091011/353361
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Las atrocidades que un ser humano es capaz de perpetrar pone
sobre el tapete el polémico tema de la psicocirugía y el tratamiento mediático
de los últimos sucesos vinculados a las personalidades anormales
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Las atrocidades que un ser humano es capaz de perpetrar pone
sobre el tapete el polémico tema de la psicocirugía y el tratamiento mediático
de los últimos sucesos vinculados a las personalidades anormales
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Las noticias tratan, en su mayoría, de temas delincuenciales: crímenes, robos, violaciones, secuestros, estafas, cinismo político, incesto, alcoholismo, drogadicción, pedofilia, suicidios. Una lista interminable que convierten a los medios en una especie de fiscalía social. Informan, analizan, describen, juzgan y muchas veces sentencian. Algunos, sensacionalistas, deforman las noticias para exacerbar el morbo, cometiendo excesos con consecuencias fatales.
El hombre de Chosica
Uno de esos casos es el de Rafael Castañeda Saco Vértiz, el fallecido director del centro de rehabilitación Creo en ti, buscado por la policía tras divulgarse que sometía a violaciones y torturas a los internos. Todo indica que asesinó a su madre y luego se suicidó. Hechos que antes de ser comprobados fueron divulgados. ¿Qué ocurrió? ¿El suicidio y el crimen eran la solución para este problema de conducta con repercusiones sociales? ¿Era Castañeda incorregible al punto de que la única alternativa era la muerte? ¿Merecía ser perseguido y acorralado como un animal? ¿No era una persona, un hijo, un hermano, un amigo, aparte de ser un adicto? Se trata de una víctima de un problema que está adquiriendo dimensiones epidémicas: las enfermedades mentales. Según la Organización Mundial de la Salud para el 2020 los desórdenes mentales serán la segunda causa de mortalidad y discapacidad en el planeta.
Los antisociales
Antiguamente, esas conductas eran calificadas como degeneradas, luego como psicopatías y después como sociopatías. Hoy se las llama personalidades con desorden antisocial. Se atenuó el calificativo para personas que eran vistas como criminales o drogadictos incorregibles. El psiquiatra Kurt Schneider los calificó así: personalidades psicopáticas constitucionales, incorregibles, sin capacidad de aprender de las experiencias y con conductas antisociales. No se consideraban enfermos mentales, pese a que sus manifestaciones eran de psicóticos violentos. Hoy los estudios genéticos demuestran que la agresividad intensa puede heredarse, así como la tendencia al alcoholismo y otras enfermedades mentales.
Vida y no muerte
Existen alternativas mejores que la muerte. Hace 25 años propusimos y realizamos operaciones cerebrales en adictos a pasta básica de cocaína, con conductas sociopáticas, irrecuparables con los tratamientos vigentes de aquella época.
La noticia salió en primera página de este diario y originó gran controversia internacional y casi pierdo el título. En “Le Monde”, de París, me tildaron de ser el “Mengele peruano”.
Cuando el consumo de crac se convirtió en epidemia en Estados Unidos, recibí una beca de donde tan severamente me habían criticado. Esto fue luego de presentar un estudio, en el Congreso Mundial de Psiquiatría (Viena, 1983), que demostró que ningún operado había quedado psíquica ni neurológicamente disminuido.
El grupo de Jacques Cousteau filmó una operación, entrevistó a algunos operados y fue testigo de su recuperación.
Ningún “monstruo”
Imagino cómo se habrá sentido la madre de Castañeda al ver a su hijo perseguido. También imagino a los padres de los adictos que, por su enfermedad y conducta, estaban internados en ese centro. Ese es lamentablemente el mundo de las drogas, donde eso y más puede ocurrir.
Se trata de un verdadero problema de salud pública y así debe ser abordado. Nadie tiene derecho de llamar “monstruo” a un enfermo. Lo escribo sin tapujos: “creo que la prensa ha instigado este suicido y este crimen, si es que lo hubo”. No fue la bala pero sí el gatillo. Hay personas que han matado a miles y gozan de beneficios y libertades (y las ONG de derechos humanos las defienden).
Las personalidades con conductas antisociales, sus familiares y sus víctimas también tienen derechos humanos, pero derechos de vivos y no de muertos. Es momento de revisar las leyes y en vez de perseguir despiadadamente a personas con conductas anormales crónicas, se deberían hacer juntas con expertos calificados para darles una alternativa más allá de la cárcel, de las comunidades terapéuticas y de los cementerios.
El hombre de Chosica
Uno de esos casos es el de Rafael Castañeda Saco Vértiz, el fallecido director del centro de rehabilitación Creo en ti, buscado por la policía tras divulgarse que sometía a violaciones y torturas a los internos. Todo indica que asesinó a su madre y luego se suicidó. Hechos que antes de ser comprobados fueron divulgados. ¿Qué ocurrió? ¿El suicidio y el crimen eran la solución para este problema de conducta con repercusiones sociales? ¿Era Castañeda incorregible al punto de que la única alternativa era la muerte? ¿Merecía ser perseguido y acorralado como un animal? ¿No era una persona, un hijo, un hermano, un amigo, aparte de ser un adicto? Se trata de una víctima de un problema que está adquiriendo dimensiones epidémicas: las enfermedades mentales. Según la Organización Mundial de la Salud para el 2020 los desórdenes mentales serán la segunda causa de mortalidad y discapacidad en el planeta.
Los antisociales
Antiguamente, esas conductas eran calificadas como degeneradas, luego como psicopatías y después como sociopatías. Hoy se las llama personalidades con desorden antisocial. Se atenuó el calificativo para personas que eran vistas como criminales o drogadictos incorregibles. El psiquiatra Kurt Schneider los calificó así: personalidades psicopáticas constitucionales, incorregibles, sin capacidad de aprender de las experiencias y con conductas antisociales. No se consideraban enfermos mentales, pese a que sus manifestaciones eran de psicóticos violentos. Hoy los estudios genéticos demuestran que la agresividad intensa puede heredarse, así como la tendencia al alcoholismo y otras enfermedades mentales.
Vida y no muerte
Existen alternativas mejores que la muerte. Hace 25 años propusimos y realizamos operaciones cerebrales en adictos a pasta básica de cocaína, con conductas sociopáticas, irrecuparables con los tratamientos vigentes de aquella época.
La noticia salió en primera página de este diario y originó gran controversia internacional y casi pierdo el título. En “Le Monde”, de París, me tildaron de ser el “Mengele peruano”.
Cuando el consumo de crac se convirtió en epidemia en Estados Unidos, recibí una beca de donde tan severamente me habían criticado. Esto fue luego de presentar un estudio, en el Congreso Mundial de Psiquiatría (Viena, 1983), que demostró que ningún operado había quedado psíquica ni neurológicamente disminuido.
El grupo de Jacques Cousteau filmó una operación, entrevistó a algunos operados y fue testigo de su recuperación.
Ningún “monstruo”
Imagino cómo se habrá sentido la madre de Castañeda al ver a su hijo perseguido. También imagino a los padres de los adictos que, por su enfermedad y conducta, estaban internados en ese centro. Ese es lamentablemente el mundo de las drogas, donde eso y más puede ocurrir.
Se trata de un verdadero problema de salud pública y así debe ser abordado. Nadie tiene derecho de llamar “monstruo” a un enfermo. Lo escribo sin tapujos: “creo que la prensa ha instigado este suicido y este crimen, si es que lo hubo”. No fue la bala pero sí el gatillo. Hay personas que han matado a miles y gozan de beneficios y libertades (y las ONG de derechos humanos las defienden).
Las personalidades con conductas antisociales, sus familiares y sus víctimas también tienen derechos humanos, pero derechos de vivos y no de muertos. Es momento de revisar las leyes y en vez de perseguir despiadadamente a personas con conductas anormales crónicas, se deberían hacer juntas con expertos calificados para darles una alternativa más allá de la cárcel, de las comunidades terapéuticas y de los cementerios.
GRAN ABSURDOAlgunas comunidades terapeúticas son meros centros que negocian con la desesperación de las familias de los adictos. No hay control, regulación ni profesionales calificados. A esto hay que sumar leyes inadecuadas que permiten que personas como Rafael Castañeda -un adicto y como tal un enfermo- dirijan centros de rehabilitación. ¡Qué absurdo!
1 comentario:
Qué interesante artículo. La posición del autor suena convincente y razonable, y me provoca investigar más sobre el tema.
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