Acabamos de experimentar una serie de actos de violencia y parece que aún hay regiones del país en las que va a continuar. Si echamos una mirada retrospectiva a la historia de la humanidad, vemos que la violencia se manifiesta desde las épocas más antiguas. La guerra es su expresión más conspicua. Mas no nos interesa hablar de la violencia en general sino de la que está sufriendo nuestro país.
Analizar las causas que la producen no es nada fácil, pues son muy complicadas. En primer lugar, el abandono, la indiferencia. Una población que vive muy lejos de la capital solicita al Gobierno que cambie ciertas leyes o decretos legislativos que considera lesivos para sus intereses. Pero el Gobierno deja pasar el tiempo, se demora en responder, hasta que la violencia estalla y se producen acontecimientos que culminan en muerte y destrucción.
Eso es lo que ha ocurrido en Bagua, donde las tribus amazónicas se cansaron de no ser escuchadas. Pero las cosas no son tan simples. El levantamiento de los nativos amazónicos no solo se debió a la exasperación producida por la sordera del Gobierno, sino también por la acción de agitadores de convicciones radicales, que no faltan en los países democráticos como el nuestro.
Ellos emplean la violencia como método político y están convencidos de que la democracia, tal como la entendemos nosotros, es una farsa. La libertad de expresión y las elecciones libres no son sino creaciones de la burguesía explotadora para perpetuarse en el poder; por eso, la revolución es la única manera de liberar al pueblo. La mayor parte de ellos está compenetrada con la ideología marxista. La funesta experiencia del comunismo soviético no ha influido para nada en su visión de la historia.
Algo semejante ha sucedido en Andahuaylas y Sicuani. Sus demandas no han sido atendidas, las promesas de construcción de carreteras o de escuelas no se han cumplido y los agitadores radicales se han infiltrado en el pueblo.
Pero hay, además, otro factor que debe ser considerado: la ignorancia del pueblo. Hay hombres y mujeres inteligentes, pero no basta la inteligencia cuando prevalece la ignorancia. Por eso, son fácilmente engañados por los agitadores.
¿Cómo hacer frente a esta situación que de continuar puede terminar con la democracia en nuestro país? La respuesta es simple: unir todas las fuerzas democráticas, que deben trabajar al unísono y sin tregua.
En primer lugar, todo el Gobierno: los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
En segundo lugar, todos los medios de comunicación y también los empresarios. Si quieren salvar a la democracia tienen que luchar con el poderoso medio de que disponen: la inversión.
Por último, cada ciudadano que crea que la libertad es la mejor forma de vida debe dar de sí todo lo que pueda: escribir, dar conferencias, convencer a quienes duden de que la democracia es la única forma de vida digna de ser vivida.
La lucha será larga y dura, pero a la larga triunfará.
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