Eric Hobsbawm, brillante historiador británico, aporta [en su artículo Después del siglo XX, un mundo en transición] algunas reflexiones que desmitifican ciertas creencias en boga. Sostiene que a partir de los años 70 triunfó categóricamente un capitalismo que se asienta "en la libre movilidad global de todos los factores de la producción y la de los gobiernos atentos a no interferir en la distribución de los recursos dispuesta por el mercado". Este hecho produjo efectos económicos que han llevado a afirmar que son los programas neoliberales los que aseguran un mayor crecimiento en este campo.
Hobsbawm observa, sin embargo, que
el más rápido crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita observado en el mundo capitalista avanzado no se dio en el orden liberal de 1870 a 1913, ni tampoco en el orden neoliberal de 1973 a 1998, sino solamente en los 'años dorados’ de 1950-1973. El crecimiento económico de los inicios del siglo XXI ha descansado primordialmente en un dinamismo que Maddison llama 'las quince economías asiáticas resurgentes', cuyo crecimiento ha sido asombroso. Pero no fue el neoliberalismo el que presidió la extraordinaria revolución industrial de Corea del Sur, Taiwán, China y, aun, la India a principios de los años 90. A la inversa, la situación de 168 economías, fuera de estos dínamos, mostró un rápido deterioro en el último cuarto del siglo XX y fue una catástrofe para la ex URSS, los Balcanes y algunas regiones africanas.
Señala, además, que
algunos aspectos de esta globalización neoliberal tienen relevancia directa sobre la situación mundial general a principios de este siglo XXI. Primero, es patente el incremento en la desigualdad económica y social tanto entre países como en el interior de ellos. Esta desigualdad podría eventualmente disminuir, pues las economías asiáticas más dinámicas podrían alcanzar a los viejos países capitalistas desarrollados; pero en el caso de la India y China, con sus miles de millones de habitantes, hace que la brecha sea tan grande y que el paso al que pudieran alcanzar el mismo PIB per cápita de los Estados Unidos sea tan lento como un caracol. Lo que es más, la rapidez con que crece la brecha entre países ricos y pobres reduce el significado práctico de estos avances.
Y agrega:
Sería inapropiado usar a los 52 multimillonarios de Rusia como índice comparativo del estándar de vida en ese país. Estos representan otra más de las consecuencias de la globalización neoliberal, cuya novedad es que pequeños grupos de ricos globales son tan adinerados que sus recursos podrían ser de la magnitud del ingreso nacional de países como Eslovaquia, Eslovenia, Kenya o, en el caso de los muy ricos, del orden del PIB de Nigeria, Ucrania y Vietnam. Este tipo de crecimiento ha generado en la India un mercado de clase media tipo occidental contado por decenas de millones; solo hay que subrayar que, hacia 2005, en este país el 43% de la población vivía con menos de un dólar al día (...) las desigualdades en riqueza, poder y oportunidades (...) no son la receta para la estabilidad política.
Hobsbawm observa, sin embargo, que
el más rápido crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita observado en el mundo capitalista avanzado no se dio en el orden liberal de 1870 a 1913, ni tampoco en el orden neoliberal de 1973 a 1998, sino solamente en los 'años dorados’ de 1950-1973. El crecimiento económico de los inicios del siglo XXI ha descansado primordialmente en un dinamismo que Maddison llama 'las quince economías asiáticas resurgentes', cuyo crecimiento ha sido asombroso. Pero no fue el neoliberalismo el que presidió la extraordinaria revolución industrial de Corea del Sur, Taiwán, China y, aun, la India a principios de los años 90. A la inversa, la situación de 168 economías, fuera de estos dínamos, mostró un rápido deterioro en el último cuarto del siglo XX y fue una catástrofe para la ex URSS, los Balcanes y algunas regiones africanas.
Señala, además, que
algunos aspectos de esta globalización neoliberal tienen relevancia directa sobre la situación mundial general a principios de este siglo XXI. Primero, es patente el incremento en la desigualdad económica y social tanto entre países como en el interior de ellos. Esta desigualdad podría eventualmente disminuir, pues las economías asiáticas más dinámicas podrían alcanzar a los viejos países capitalistas desarrollados; pero en el caso de la India y China, con sus miles de millones de habitantes, hace que la brecha sea tan grande y que el paso al que pudieran alcanzar el mismo PIB per cápita de los Estados Unidos sea tan lento como un caracol. Lo que es más, la rapidez con que crece la brecha entre países ricos y pobres reduce el significado práctico de estos avances.
Y agrega:
Sería inapropiado usar a los 52 multimillonarios de Rusia como índice comparativo del estándar de vida en ese país. Estos representan otra más de las consecuencias de la globalización neoliberal, cuya novedad es que pequeños grupos de ricos globales son tan adinerados que sus recursos podrían ser de la magnitud del ingreso nacional de países como Eslovaquia, Eslovenia, Kenya o, en el caso de los muy ricos, del orden del PIB de Nigeria, Ucrania y Vietnam. Este tipo de crecimiento ha generado en la India un mercado de clase media tipo occidental contado por decenas de millones; solo hay que subrayar que, hacia 2005, en este país el 43% de la población vivía con menos de un dólar al día (...) las desigualdades en riqueza, poder y oportunidades (...) no son la receta para la estabilidad política.
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